Decía en la anterior entrada dedicada a este tema, La demolición del macho (1), que Gaudí, en la estructura simbólica de "la Sagrada Familia", fue un adelantado a su época en lo que se refiere a la preeminencia de lo femenino y del declinar de lo masculino. Quiero abundar en esta linea señalando que dicho movimiento cultural tiene profundas raíces en el inconsciente colectivo, raíces que no solo detectó Gaudí, que era un hombre muy religioso, sino la propia iglesia católica.
Confieso que me regocija lo que esto tiene de provocación para el feminismo de signo izquierdista (que no lo es todo). ¿La iglesia? Si, la Iglesia católica. Lo cuenta Jung, como quien no quiere la cosa, en el último capítulo de su "Respuesta a Job", cuya glosa ("Job de Jung") es con mucho la página más visitada de este blog. La idea es que la Iglesia detectó ese ascenso del elemento femenino por la acumulación de apariciones "marianas" que se estaban produciendo en forma creciente en todo el mundo (Lourdes, Fátima, Guadalupe,...). La correcta percepción de esa "necesidad" dio lugar al último de los dogmas, ¡nada menos que del año 1950! que consistió en proclamar la ascensión en vida de la Virgen María a los cielos, lo que se conoce como la Asución de María.
Añadamos que, según Jung, al subir la Virgen a los cielos junto a las tres figuras de la Trinidad, completa una poderosa cuaternidad, cubriendo la vacante que había dejado el definitivo destierro de Satán de los Olimpos cristianos.
No me digan que no es, como mínimo, curioso. Pero que este último alarde de "algebra psicoanalítica", al más puro estilo junguiano, no ensombrezca el tema de la Asunsión y su relación con la revolución feminística en ciernes. Porque el cambio social es un hecho tan tangible como la proclamación del dogma, o el formidable templo de cuya estructura simbólica está excluido el pobre San José.
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