Fue el mejor jefe que he tenido en mi vida. Era un andaluz alto, enjuto, sobrio, ingeniero de formación , de profesión funcionario, y muy, muy culto. Pasé muchas horas, a lo largo de muchos días,con él, y a fe que era una auténtica delicia su educada y ponderada educación, con su deje sevillano ya muy modulado por los muchos años en Barcelona, pero todavía perceptible. Su formación técnica, y su pasión humanista, que le venía de familia, una familia "fina" en el mejor sentido de la palabra, le hacía transitar por todos los temas con ecuanimidad y lucidez no exentas de un punto, pero solo un punto, de pasión, y otro punto de compasiva ironía. Recuerdo el día que me enseñó orgullosamente, sabiendo que yo lo apreciaría, el carnet del C.E.C. de su padre,casi miembro fundador, encuadrándolo en esa raza hombres cultos y liberales de principios del siglo XX, religiosos y liberales, que fueron pioneros del amor a la ciencia y a la naturaleza, y exquisitos degustadores de todas las artes.
Decía lo de estar a sus órdenes. Nunca he trabajado tanto, y sin embargo tan a gusto, a las órdenes de nadie. Jamás me metía prisa; al contrario, me decía "Tranquilo Derqui, tómese el tiempo que necesite". Jamás superponía una orden; hasta que no habías acabado su último encargo, no te ponía otra tarea... Eso sí, en cuanto acababas, ya te tenía preparada la siguiente... "Pero sin prisa; Vd a lo suyo."
Como buen humanista le apasionaba la lingüística. Decía que la lingüística es la matemática de las humanidades. Y desde luego se distanciaba mucho de ese generalizado sentimiento de muchos españoles, de sentirse desdeñosos, cuando no afrentados, por la presencia de otra lengua distinta del castellano (debo decir, para mi consternación,que yo fui uno de ellos. Lo contaré cuando llegue la hora del psicoanálisis). Decía: "Que en España hayan otras lenguas es una riqueza incalculable. De todos los tesoros culturales (en el sentido antropológico), ninguno es tan valioso como una Lengua. Y hay que hacer lo que sea para que ninguna de las lenguas que tenemos se pierda".
Sirva de paso homenaje a don JMM, del que, al cambiar de destino a La Molina, no me despedí adecuadamente Fueron pasando los años diciéndome a mi mismo que tenía que ir a verle en alguna de mis periódicas visitas a Barcelona. Una de las veces que pregunté por él me dijeron que estaba enfermo; de cáncer. a la vez siguiente que ya había fallecido. Una más de las innumerables negligencias de mi vida.
Termino con una frase ya habitual en este blog,y en mi vida: Volveremos a hablar de Don JMM.
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