"MOBY-DUCK" de Donovan Hohn


DONOVAN HOHN

 MOBY-DUCK
"La verdadera historia de 28.800 patitos y de otros muñecos de goma perdidos en el mar, y de los oceanógrafos, ecologístas y lunáticos que salieron en su busca."

El subtítulo es perfectamente expresivo sobre el contenido del libro. El incidente está muy documentado en Internet. Lo que hace el nota este, Donovan Hohn, es  tirar de todos los cabos del asunto, con el acierto de escoger bien los aspectos relevantes del episodio y seguirlos hasta el final. Un ejemplo de hombre honesto acertando su camino. Un libro apasionante y redondo.

El contenido se divide en los 5 viajes que Donovan emprende siguiendo la pista de los patitos. La gracia no está solo en los viajes, sino en la concienzuda documentación con la que los ilustra. Y después, claro, en un discurso tranquilo, a ratos algo sombrío, con bastante ironía y cierto sentido del humor. Y sobre todo, con una muy conseguida capacidad de asombro. Un texto lleno de sabiduría, que sorprende en un hombre tan joven.

El primer viaje es a las playas de Alaska. Esos parajes remotos fueron los primeros receptores de los patitos. Ahí nos enteramos del problema que supone la enorme cantidad de basura de plástico que flota en el mar, y que ensucia sus orillas. En ciertas playas, a las que no va nadie nunca, el montón en la orilla puede alcanzar metros de espesor. Resultan que hay mendas que se especializan en estudiar esa montaña de desechos, buscando trofeos de coleccionista, una especie de arquelogía contemporánea, que tienen sus publicaciones y todo: flotadores de pesca japonenses , botellas de refresco indonesias.. Aparte de eso,  en los USA las movidas ecologistas son un punto fijo de todas las políticas locales, lo que nutre a un mogollón de ecologístas de todo tipo que se hacen con contratos para limpiar tal o cual paraje. Nos enteramos de los conflictos entre  diversos de ellos, que con diversos grados de seriedad, se echan en cara la eficacia de sus iniciativas. Donovan asiste a una de esas campañas, en las que un equipo de media docena de activistas, recogen en enormes bolsas un mogollón de toneladas de basura de una playa remota; las bolsas después serán retiradas en helicóptero, movida que causa de consternación a algunos de esos arqueólogos, y de otros ecologistas rivales, más críticos y tal vez más serios “El combustible que han gastado con toda la movida es más dañino que la basura que han retirado”.

En el segundo viaje se embarca en un travesía algo más seria. Resulta que la basura flotante tiende a acumularse en ciertas zonas del océano. Son zonas de calmas, a cuyo alrededor giran vientos y corrientes, en las que se forman auténticas islas de basura. Estas islas se mueven arriba y abajo, y cuando “tocan” la costa la dejan hecha unos zorros. Esto pasa en Hawai con la "isla" del Pacífico-Norte.  Desde allí sale en un crucero con intención de estudiar la isla en cuestión, firme candidata a albergar alguno de los patitos. Aunque un poco más serio que los ecologistas del anterior periplo, uno se queda con la sensación de que también aquí se  trata de espabilados voluntariosos que se montan una película más o menos científica para conseguir subvenciones y montarse un viaje chachi. Porque el barco es un velero, muy ecologista claro. Por lo demás se trabaja duro. Lo divertido del caso es que ¡no encuentran la isla de basura!... Pero por por el camino Donovan nos cuenta minuciosamente el problema de la basura flotante, incluyendo las temibles redes de deriva en la que mueren apresados miles de animales.

En el tercer viaje se va al mismísimo origen del asunto: la zona industrial china donde se fabrica plástico a mansalva. Es una de esas “Zonas Económicas Especiales” que han hecho los chinos para venteárselas con el capitalismos planetario. Nos enteramos de las marejadas industriales y económicas planetarias,  y de cómo las milenaria civilización china, con sus sutiles filosofías (Confucio y Lao.tsé), y su proverbial disciplina, van paciente e inexorablemente convirtiéndose en una de las superpotencias económicas del mundo del futuro. Por lo demás los empresarios con los que habla no parecen muy distintos de los de aquí. Si acaso un poco más ingenuos. Eso si, se curra mucho y se cobra poco.

En el cuarto viaje nuestro Marco Polo se embarca en uno de los gigantescos mercantes que surcan los océanos. Parece ser que se puede: admiten unos pocos de pasajeros. La historia es de las más pintorescas: parece ser que a raíz de la invención de los contenedores, que surgieron en el mundo de los camiones por cierto, hubo una tremenda revolución de la marina mercante. Los buques pequeños y medianos dejaron de ser rentables y dieron lugar a unos barcos monstruosos, tan grandes como los petroleros (200 y 300 metros de eslora)  cargados con 5, 6 y 7 pisos de contenedores.  Una vez que semejantes monstruos se ponen en marcha no es fácil andar maniobrando con ellos, por lo que pasan de tormentas y de todo. Los tíos fijan el rumbo y tira millas cruzando todo el océano. Claro, se comen movidas de aúpa. El espectáculo de uno de esos cacharros  zarandeado por olas como montañas debe ser algo digno de ver. Uno recuerda, y Donovan también, le “Tifon” de Conrad. No es nada raro que en cada viaje se pierdan unos cuantos contenedores. Las aseguradoras pagan, y las compañías guardan silencio. Donovan nos deleita con algunos de los incidentes más célebres.

El quinto y último viaje es en un buque oceanográfico “serio” que se interna en las aguas del Ártico. Es el más melancólico, y  quizá el más interesante, de los 5 viajes. Se entera uno de la gran cantidad de buques oceanográficos que  existen, y del trabajo que hacen. Esto ya es otra cosa: ordenadores, boyas flotantes sofisticadísimas, programas internacionales  a escala mundial… Algunos de los más recientes hallazgos, como los gigantescos remolinos de mesoescala,  que mueven masas de agua de kilómetros de diámetro girando lentamente  en el intrincado diseño de las corrientes que circundan el planeta. Donovan también nos cuenta algunas de las más delirantes historias de los exploradores polares; como para no creérse lo que hicieron algunos de aquellos locos. Y la imagen final de los puertos del lejano norte: poblaciones sombrías en parajes desolados, donde da la impresión que el ecologismo y los problemas del océano les trae completamente “al fresco”.

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