En la gestión que se hace desde "el resto de España" del tema de Cataluña, hay otro matiz que tampoco me gusta: el de las amenazas. "Si os separáis vais a perder dinero..." "Si os separáis no os van a admitir en Europa..."
Aparte que amenazar en sí mismo me parece de pésimo gusto, está el cariz de semejante advertencia. ¿Acaso les estamos diciendo a los catalanes que deben permanecer con nosotros porque es un buen negocio? ¿Que deben quedarse con nosotros POR DINERO?. Supongo que los genios que esgrimen tales razones harán después chistes sobre la codicia de los catalanes. No nos extrañe luego que efectivamente lo hagan, que se queden con nosotros por dinero, pensando con razón que es lo que merecemos.
La situación se parece un poco a cuando nuestra pareja nos dice que quiere cortar. Es verdad que si es una amenaza es de pésimo gusto; y que si se hace como maniobra de poder, es odiosa. Pero si resulta que lo que ocurre es que sus sentimientos no son acordes con los nuestros, y que ella no se siente escuchada por nosotros, lo peor que podemos hacer es enfadarnos, recurrir al chantaje emocional, y menos aún cachondearnos. Es una situación jodidísima en la que lo que lo único que cabe es decir: "Haz lo que tengas que hacer, pero no andes amenazando...". O si lo queréis más torero: "Ahí está la puerta; vete cuando quieras". Aparte, naturalmente de atender a lo que de justo pueda haber en su reclamación, suponiendo que queremos mantener la relación y estemos a tiempo de hacerlo.
Como dice Jung, dentro que cada uno hay muchos yoes, y con frecuencia mal avenidos. Cuando son compartidos devienen en entidades con vida propia a las que llamó arquetipos, otrore demiurgos de diverso cariz (Véase la página "Job de Jung"). Insisto en que no me interesan los ángeles o demonios que estén llevando a los catalanes a esta historia. Allá ellos. Me interesan los nuestros. Especialmente el del poder, que dicta que todo se vale, con tal de salirnos con la nuestra.
No todo se vale. Es muy sencillo: yo no quiero estar con quien no quiere estar conmigo.
Si os vais, catalanes, será para mi un desgarro; tendré que sobrevivir al duelo y a la depresión, pues hay mucho de vostros en mi; no en vano he vivido treintaypico años en Barcelona, ciudad mágica donde las haya. Tambien soy un poco catalán. Y sé que vosotros también pasareis lo vuestro, porque también sé que hay mucho de nostoros en vosotros.
Pero si está escrito que habeis de dejarnos, hacedlo con decisión sin que os asusten amenazas ni advertencias.
Y si, por el contrario, felizmente halláis la manera de permanezcamos unidos, que sea porque así lo desea vuestro corazón, y no por motivos de mercados o banderías.
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