martes, 3 de abril de 2012

Itaca: La vida como camino (1)

Quiero rendir tributo a uno de los más bellos y populares poemas que se han escrito. Uno de los más logrados cantos a la vida, entendida como un camino en el que lo que  importa no es la meta en sí, sino el trayecto que se ha de recorrer.

Como Psicólogo es uno de los consejos que me gusta transmitir, y como aprendiz de filósofo, uno de los que más me gusta considerar. Este Blog, por ejemplo ¿a donde me ha de llevar? ¿qué voy a conseguir?... Cualquierqa se da cuenta de que esa es una consideración mezquina y miope. Lo importante no es lo que voy a conseguir, sino el camino que acabo de emprender.

Antes de seguir no me resisto a hacer mi propia versión (basada en las que se encuentran en Internet, por ejemplo la excelente de Pedro Bárdenas de la Peña)

Al partir hacia Itaca
ruega para
 que sea largo tu camino,
lleno de aventuras y experiencias.
No temas a Lestrigones ni Cíclopes,
ni siquiera al iracundo Poseidón.
Nunca los encontrarás en tu camino
si 
siempre  actúas con nobleza 
y pensamientos elevados,
porque es tu propia alma
la que pone a esos seres ante tí.
No te apresures, ni busques atajos;
que alegre y sorprendido 

llegues a muchos puertos
que antes desconocías;
que veas muchos amaneceres
en playas a las que no volverás 
nunca.
Hazte con bellos tejidos
en los mercados de Fenicia.
Participa en filosóficas discusiones
en bulliciosas ágoras griegas;
aprende saberes ocultos
en ocultos templos babilonios,
o que sacerdotes egipcios te inicien
a la sombra de sus ciclópeas pirámides.
Que Itaca esté siempre en tu alma,
como la meta que impulsa tu camino.
Pero no tengas prisa:
puede que cuando llegues te decepcione
porque la encuentres cutre y miserable.
Mas no debes entristecerte ni enfadarte,
porque nunca te engañó.
En cambio te dio una vida maravillosa
al hacerte emprender ese viaje.
Y tal vez todavía te haga un último regalo:
cuando viejo y sabio, llegues a comprender
lo que, para todos nosotros,
Itaca significa .


Tras esta osadía, por la que pido perdón a la memoria del sublime Kavafis, me vienen a la mente muchas reflexiones, que dejo para otra vez, salvo esta:

Los Lestrigones y Cíclopes que temo, oh noble Kavafis, son precisamente los que habitan en mi alma. Los de afuera... con el tiempo uno aprende a mantenerse a prudente distancia. Pero ¡Ay, los de mi alma! Esos no puedo esquivarlos, porque van conmigo.

Tal vez con pensamientos elevados y nobles sentimientos uno llegue a manejarse en las cloacas de su propia mente ¿quien sabe?. Y quizás puedan ayudarnos el saber de los griegos, los ritos babilonios o las iniciaciones egipcias, en ello estamos.

Pero quieran los dioses, o el Dios supremo, que cuando llegue a Itaca sea sabio, viejo y cansado, y que haya conseguido al menos un poco de armonía con las multitudes que me habitan, la suficiente para dejar este mundo en paz.

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