jueves, 5 de abril de 2012

SER RELIGIOSO …EN LOS TIEMPOS QUE CORREN


Dos circunstancias invitan a esta reflexión: La Semana Santa y la Crisis; tales son los tiempos que corren. Me auto parodio en la entrada que de momento ha tenido más éxito (con mucho) en este blog: La de “ser monárquico en los tiempos que corren”. Y lo hago porque espero llegar a plasmar una idea que me ha venido a propósito de la crisis, escuchando esta mañana las tertulias de la radio.

Asumo de entrada una postura laica (en la que moran una buena parte de mis yoes), así que descuiden los no creyentes, que no voy a salir con algo del tipo “La crisis se debe a que nos hemos alejado de Dios…”, ni nada por el estilo. Pero sí que al final llegaré a una interpretación “intelectual” de la religión, y que, al igual que hice con la monarquía, es racionalmente defendible, sí, he dicho bien, racionalmente, una postura religiosa ante la vida, incluso en los tiempos que corren. Más aún: especialmente en los tiempos que corren.

¿Especialmente? Pues sí: Son tiempos que crisis económicas. No es la primera ni será la última. Últimamente estoy leyendo cosas sobre los siglos I y II del imperio Romano, y parece que una de las cosas que ocurrieron fue una pavorosa crisis económica. Ante todo quiero evitar las posturas de tipo “buenos y malos” que tanto lastran a los líderes de opinión; yo creo que más los de la izquierda, pero ahí reconozco que, siendo conservador, no soy objetivo del todo. Me remito a mi entrada “Izquierdas y derechas”, donde razono un llamamiento a ambos bandos a una aceptación mutua. Las dos posturas son proyecciones sociales y psicológicas de fuerzas que existen, y deben existir, en todos los sistemas.

Así visto, la globalización y la influencia cada vez mayor de los fenómenos económicos, que lo mismo pueden consistir en periodos de prosperidad generalizada, como en contracciones generales de la actividad vital, es cada vez mayor e inevitable. Curiosamente, a medida que nuestra ciencia y tecnología van alcanzando éxitos cada vez más espectaculares, el mundo por su parte se convierte más y más en una sola cosa global, o si se quiere en un super-sistema cada vez más homogeneizado, cuyas marejadas fisiológicas (eso es la economía) cada vez son de mayor magnitud.

Paradójicamente, por tanto, cuanta más racionalidad (que es una de las banderas de la izquierda) ponemos en nuestra sociedad, mayores son los fenómenos globales que precisamente escapan a nuestra racionalidad. Es el “malestar en la cultura” de Freud. La pretensión de controlar racionalmente la realidad es una batalla maravillosa, una de las cosas que nos hace humanos. Pero en esa batalla los intelectuales cometemos (y ahí me incluyo) con frecuencia un pecado: la sobrevaloración de esa racionalidad. Ese es el Pecado Original de nuestro padre Adán (ver “Job de Jung”). Es curioso con qué facilidad asumimos un potencial poder ilimitado de la inteligencia. Y se toma literalmente la frase de Hegel “Lo Racional es Real, y viceversa”. Hay que decir que esa racionalidad de Hegel (que al parecer parafraseaba a Parménides) no se refiere a la razón humana, sino a la Razón universal, con mayúscula, de la que la humana no es sino un pálido reflejo.

Muchas cosas hay más allá de la capacidad de procesamiento del cerebro humano. Recuerdo un diálogo que me impresionó en la película “Contact” (de Zemeckis, sobre un relato del gran Carl Sagan, con la Foster de protagonista). Ante un viaje a lo más absoluto desconocido, a través de inconcebibles dimensiones de la realidad,  uno de los científicos le ofrece a la protagonista una cápsula de cianuro. Ella muy digna la rechaza diciendo que no se imagina una situación en que la pueda necesitar. Entonces el científico le dice (atentos): “Puedo imaginarme decenas de situaciones en la que esa pastilla puede serte útil; pero las verdaderamente importante son las que no puedo imaginar”.

Esa es la idea: Lo importante de la realidad es lo que no podemos imaginar.

Y resulta que es precisamente esa globalidad imparable la que nos sumerge cada vez más en coyunturas que escapan a la razón humana: “Es la Economia , estúpidos”. Echarnos la culpa unos a otros nos sirve para esquivar la depresión (véase el “modelo de la rata pringada” en “Izquierdas y derechas”), pero no a entender lo que pasa . Hay que asumir los condicionantes a-racionales de nuestra existencia. Es la hora de la imaginación, y de la creatividad; curiosamente por tanto, la de los artistas y los poetas.

Pero también es la hora de asumir la insuficiencia de nuestra pobre razón, de hacer ese acto de humildad para muchos indigerible. Para eso sirve la religión (véase de nuevo la página “Job de Jung”) Sería muy excéntrico (desde una posición laica) pretender que vamos a salir de esta crisis rezando (aunque ¡vete a saber!), es decir, SOLO rezando. Pero de lo que sí estoy seguro es de la virtualidad emocional (y existencial) de la postura religiosa, y de que, la religión, para el que la practica, aparte de ayudar a sobrellevar la angustia, también sirve para que la razón adopte una postura más adecuada, sí, he dicho más adecuada, frente a la realidad, y por lo tanto, atentos again, más eficaz.

Por tanto: sí, se puede ser religioso, incluso en los tiempos que corren. Y además opino que es una postura bastante “sabia”. Y, como la otra vez, la de la monarquía, no puedo menos que, acorde con estas ideas, acabar con una oración, inspirada en la más divina de las oraciones: “Dios mío, si es posible apártanos cuanto antes este cáliz. Pero hágase tu voluntad y no la nuestra”. Amen.

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