Tercera diferencia entre Escocia y Catalunya
La tercera diferencia es la más objetiva porque se basa en la estructura económica de los territorios de marras: ni remotamente se parece lo que representa Cataluña en España, a lo que pueda representar Escocia en el Reino Unido... aunque tuviera petróleo.
Es una larga historia, que sé por Pierre Villar, nada menos. Se podría resumir así: La revolución industrial llega a España, tarde debido a peculiares circunstancias históricas (América), precisamente a través de Cataluña. Su principal mercado es (el resto de) España. Y también su principal proveedor de materias primas.
Durante muchos años la única sociedad realmente industrial-capitalista era la catalana. En Madrid les daban cuerda, les hacían caso, con muchas o pocas ganas, porque al fin y al cabo tampoco eran tontos, y sabían que aquello era bueno para todos. Villar cuenta que todos los días ( en todo caso con mucha frecuencia) llegaba una diligencia de Barcelona con un baúl de documentos dirigido al Ministerio de Economía, o su equivalente de entonces. No es raro que muchos tuviesen la impresión de que la política económica de Espanya se dictaba desde Barcelona.
Según el sagaz análisis histórico marxista, esa burguesía industrial, como clase, estaba llamada a hacerse con el poder. Es lo que históricamente tocaba. Y eso fue la 1ª República, cuyo resultado fue, como ya hemos visto, tirando a desastroso. Así pues, Cataluña representa nuestra revolución industrial fallida.
Está claro que, ni por asomo es el mismo caso que Escocia: Inglaterra ES la revolución industrial.
Eso explica, por cierto, la peculiar querencia, ambivalente y no siempre explícita, de los intelectuales por lo catalán. Ambivalencia que se refleja en el conflicto interno de los socialistas. Y también explica los resquemores y desconfianzas de una sociedad “tradicional” frente al progreso (¡viva las caenas!), al que puede ver como una caterva de señoritos que vienen de la ciudad a decirnos como tenemos que vivir. Por tanto en esta percepción de Catalunya por parte de (el resto de) España, se mezcla para unos el sentimiento de que Catalunya es la España que "debería ser", los más avanzados, los más organizados …y que ahora "quieren irse"; y para otros la atávica resistencia al cambio, que en otras partes toma el muy explícito nombre de anti-intelectualismo.
No está en nuestras manos, como psicólogos, la solución a este complicado conflicto; ni siquiera los de las simples familias que contratan nuestros servicios. Pero sí, en ambos casos, podemos y debemos descubrir y desentrañar aquellos factores relacionales que ayuden a entender lo que está ocurriendo, y a afrontarlo con mayores frialdad emocional y ecuanimidad cognitiva.
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