Algunas crisis
han sido francamente pintorescas. Por ejemplo, a principios del S.XVII, con el
capitalismo recién inventado, se desata en Holanda la Crisis de los Bulbos de Tulipán. Introducidos
50 años antes, se pusieron de moda las variedades exóticas cuyos precios empezaron
a subir, convirtiéndose en objeto especulativo. Se llegaron a pagar 1000
florines por un solo bulbo; (los ingresos medios anuales eran de 150 florines).
La burbuja estalló cuando un lote se quedó sin comprador. Entonces cundió el
pánico, todo el mundo quiso vender, pero nadie compraba. Mucha gente se
encontró que habían invertido todo su dinero en algo que ya no valía nada. Las
bancarrotas se sucedieron.
Sobre la psicología en las crisis económicas, a la vista de
este tipo de crisis resulta tentador acudir a las consabidas codicia y
estupidez infinitas de los seres humanos, como hacen no pocos economistas. P.e.
Galbraith en su clásico sobre la crisis del 29, donde declara desolado:
La
explicación es, simplemente, un tributo a esa tan repetida preferencia --en
asuntos económicos—por los más impresionantes disparates. (Galbraith, 1987
p. 43).
Pero como
psicólogos esa explicación nos resulta insuficiente. El carácter sistémico de la identidad humana
(Derqui, 2016) establece la íntima interconexión entre la identidad individual,
y el conjunto de identidades sociales que le conciernen. Lo sorprendente para
muchos, pero no para los terapeutas familiares, es la preeminencia de las identidades
sociales sobre la individual. Volveremos sobre este punto, que ahora permite
una interpretación de estas conductas sin necesidad de recurrir a valoraciones
tipo codicia o estupidez: ocurren no cuando está el dinero, o no solo, sino
cuando está el grupo de por medio ¿Se les ocurre algo más motivador que
“¡Nuestros vecinos se están forrando en la Bolsa !”? En todo caso es una muestra más de lo
incomprensible que puede llegar a ser la conducta humana cuando se la analiza
desde una lógica racionalista e individual.
El libro clásico
sobre las crisis psicológicas es el de Erikson “Identidad juventud y crisis”, donde estableció el concepto de
“Crisis de Identidad”, y donde adelanta una definición:
En la actualidad, dicho término (“crisis”) es aceptado para designar un punto de giro necesario, un momento
crucial, cuando el desarrollo ha de adoptar una u otra dirección, recopilando
recursos para un crecimiento, una recuperación y una ulterior diferenciación.
Ello se muestra aplicable a múltiples situaciones: a una crisis del desarrollo
individual o a la aparición de una nueva “élite”, a la psicoterapia de un
individuo o a las tensiones correspondientes a un rápido cambio histórico. (Erikson
1980, p.14).
Destaco: “Un punto de
giro necesario”. Lo esencial para Erikson es el cambio, y como terapeuta,
lo considera positivo. Y necesario; inevitable. El sistema tiene que pasarlo. Es
interesante la naturalidad con la que equipara crisis del desarrollo individual
con crisis políticas, culturales o históricas. Hay muchos tipos de crisis;
historiadores y economistas se vuelven locos definiéndolas, estableciendo su
periodicidad. etc. Una clasificación simple y útil es la de crisis cíclicas y
crisis coyunturales. Son más o menos equiparables en psicología a las crisis de desarrollo (p.e. la
adolescencia de Erikson), y a las crisis por desgracias inesperadas de Pittman (Pittman, 1990, p. 29).
El prototipo de
crisis coyuntural es la llamada burbuja financiera; por ejemplo la de los
tulipanes. La piedra angular de la
economía es la ley de la oferta y la demanda, una retroalimentación negativa
que estabiliza los precios en el corto plazo: Si de un producto hay mucha
demanda o poca producción, los precios suben, lo que estimula inmediatamente a
los productores, y desanima a los consumidores… y viceversa. Ahora bien, el
mecanismo se altera cuando el personal adquiere un producto, no para su uso,
sino para venderlo y ganar dinero. Mientras se mantenga la demanda, aunque sea
“falsa”, los precios siguen subiendo, lo que estimula más la demanda… ahora la
retroalimentación es positiva y el sistema se vuelve inestable. El mecanismo se ve
potenciado con el papel moneda y los créditos bancarios. Nuestra economía
capitalista, caracterizada por la creciente facilidad con la que se mueven los
capitales, incluso a nivel planetario, parece especialmente proclive a las
crisis financieras y especulativas. Y en
efecto, las ha habido por docenas. Veamos algunas
En la
Inglaterra del S.XVIII, se produce la crisis de La Compañía de los Mares del
Sur (South Sea Buble). Dicha compañía
había asumido la deuda inglesa en la guerra de la Sucesión española, y
supusieron que después podrían hacer grandes negocios con el esperado monopolio
del comercio con las colonias españolas de Sudamérica. Las acciones subieron
como la espuma, estimuladas hábilmente por la compañía mediante hábiles
campañas involucrando a gente de prestigio, como el mismísimo Isaac Newton .
Pero el tratado de Utrech no confirmó esas expectativas, y el precio de las
acciones se derrubó de golpe. Mucha gente perdió mucho dinero, y Newton dijo “Puedo
predecir el movimiento de los cuerpos celestes, pero no la locura de la gente”.
Parecida y por la
misma época fue la crisis de La
Compañía del Misisipi en Francia, fundada para la explotación
de los territorios franceses en América del Norte. La corona, que estaba
implicada, hizo una fortísima emisión de papel moneda para afrontar su déficit
financiero, lo que provocó una inmediata inflación, y una demanda de oro a la
que el banco no pudo hacer frente. Corría el año 1720. Hay quien dice que la
quiebra consiguiente, junto con unos años de malas cosechas, dieron lugar a una
larga crisis, que finalmente empujó Luis XVI a convocar los Estados Generales
en 1789; era el comienzo de la Revolución Francesa.
Este último caso ilustra la dificultad de
delimitar una crisis y sus consecuencias. No vamos a decir que este incidente
financiero provocase, él solo, la posterior Revolución Francesa. Por supuesto
hay un cambio en las estructuras económicas, nuevas élites que decía Erikson,
(y Marx); y además, un cambio de mentalidad. Pero sobre olas de cambio ya en
activo, un incidente financiero de envergadura puede ser el chispazo que
provoca la explosión.
El auge de Florida fue el primer indicio del
verdadero estado de ánimo de los años veinte y de la convicción de que Dios se
proponía enriquecer a la clase media norteamericana. Pero lo más asombroso fue
la persistencia de esa disposición o actitud a renglón seguido del colapso de
Florida. (…) Durante los cien años siguientes al colapso de de la famosa South
Sea Buble los ingleses miraron con desconfianza hasta las más solventes e
inmaculadas compañías por acciones. Por el contrario, aun siendo plenamente
sabedores del dramático final del auge de Florida, la fe de los norteamericanos
en la posibilidad de enriquecerse aprisa y sin esfuerzo gracias a la Bolsa fue
cada día más firme. (Galbraith, 1979, p. 37)
En cuanto a los mencionados aspectos sociales todos remiten
a la novela de Steinbeck, y película de
John Ford, “Las uvas de la ira” , que ilustran dramáticamente un aspecto
bastante recurrente en muchas crisis: los grandes movimientos de población,
especialmente entre el campo y la ciudad. En cuanto al mencionado desequilibrio
ciudad-campo, es de reseñar ya venía de mucho antes de la crisis; era una
afluencia constante, clásicos en la literatura y cine norteamericanos, de gente
que llega a la ciudad, en parte huyendo de un conservadurismo rural que les
resulta asfixiante, y en parte con los ojos repletos de una rutilante vida
urbana, de la que se han atiborrado en el cine, y donde está la perversión de
la gran ciudad. Hay quien afirma que la prohibición (de alcohol), aprobada en
1919, fue una concesión del gobierno a ese mundo rural (Adams 1979, p. 283) Es interesante que en los EEUU esa tensión
sociológica tome el expresivo nombre de anti-intelectualismo.
Sobre estos aspectos sociales es de reseñar el
libro de Glen Elder sobre el segmento de población a quienes la Gran Depresión
pilló en la infancia Por una serie de circunstancias Elder pudo seguir a un
grupo de tales niños a lo largo de muchos años, y elaborar después los
resultados. Con ese trabajo estableció el concepto sociológico de Cohorte, y
los estudios del Curso de vida. El estudio establece sin lugar a dudas la
correlación entre la severidad de la crisis vivida por el niño en la familia de
origen, y la gravedad de distintos desórdenes psicopatológicos y de personalidad
en el adulto correspondiente (Elder, 1974. p. 39) Llama la atención que, al igual que Erikson,
también señale las consecuencias positivas de semejantes desafíos, para una
generación que después se comió la Segunda
Guerra Mundial, y casi la de Corea.
Sobre la Crisis
del 29 ni siquiera ahora los economistas se ponen de acuerdo, ni sobre las
causas desencadenantes, (se dice que empezó con una sobre-producción agrícola
que hizo caer los precios), ni menos aún sobre lo que habría que haber hecho.
Los economistas ultraliberales, seguidores de Von Mises, dicen que lo mejor
habría sido no hacer nada de nada; que si un banco se queda sin fondos, siendo
pequeño y de implantación local, como casi todos entonces, es una tragedia que
afecta a relativamente poca gente. Pero al intervenir el gobierno con medidas a
nivel nacional, entonces ya son muchos los bancos afectados simultáneamente, y
la ola se convierte en un sunami económico.
En un
mercado puramente libre y sin intervenciones no existiría el cluster de
errores, ya que los entrenados empresarios no cometerían errores todos al mismo
tiempo. (ROTHBARD 1963, p. 9)
Casi todos dicen que casi todas las medidas
que se tomaron fueron inútiles, cuando no contraproducentes. Keynes dejó
establecido que lo único factible era estimular la economía mediante una fuerte
demanda por parte del propio gobierno, es decir, el intervencionismo. Y este se
hizo masivo con la
Segunda Guerra mundial, que es lo que realmente acabó con la
crisis. En eso están de acuerdo todos. Pero lo que nadie niega tampoco fue la eficacia psicológica de LAS intervenciones radiofónicas de Roosevelt, las famosas “charlas junto al fuego”.
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/"EL OLEAJE DE LA HISTORIA (1)”
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/"EL OLEAJE DE LA HISTORIA (2): La caída
del Imperio Romano"
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