viernes, 2 de marzo de 2012

Niños malcriados

(Nuevas tertulias en la taberna:)


LOS NIÑOS  MALCRIADOS



    Aquella tarde fui al "Bauprés" a tomar una caña. Pegados a  la barra, a la derecha, estaban unos cuantos de los de siempre en improvisada tertulia. Comentaban una noticia que había salido por la mañana sobre una denuncia de unos padres por agresiones de su hijo adolescente. Me incorporé al grupo. Alfredo, que trabajaba en los servicios sociales de al lado, estaba contando un caso de ese tipo. Se trataba de un  chico que cogía unas rabietas de espanto cuando su padre, que estaba separado y lo veía cuando le tocaba, se atrevía a negarle algo de lo que le pedía, o le llevaba la contraria en cualquier cosa. Las broncas eran formidables, y a lo largo de los años se habían ido haciendo más y más violentas, llegando a dirigirle los peores insultos. El padre, sobrepasado por todas partes, capeaba los temporales como podía sabiendo, por intuición y por lo que decía todo el mundo, que no debía ceder, cosa que a su pesar, acababa haciendo casi siempre.

   Encantado de poder hacer uso de su cultura clásica, Jose Luís dijo una frase de Séneca  que  venía a decir  que cuando un niño coge una rabieta, primero hay que esperar a que se le pase, y solo entonces mirar a ver lo que le pasa. 

   Terció Enrique, mientras removía su infusión: "no es único, ni el peor de los casos... "  Pero lo que decía quedó sumido en el charloteo que se desencadenó, cuando varios empezaron a contar otros casos o a hacer otras consideraciones. Muchas frases empezaban de la guisa "Es que los chavales de ahora..."

   Entonces Jose Carlos,
el antropólogo, dio como siempre su nota transversal que dejaba a todo el personal colgado. Dijo:

   -- La cuestión es lo que sucederá cuando este chaval se haga mayor... -- se produjo un silencio; se anunciaba algo interesante. Siguió: -- Saldrá adelante porque el desastre no es total; del amor de sus padres ha obtenido la capacidad de decir "¡si!", así que acabará sus estudios, encontrará trabajo... ect. Pero de ese descontrol familiar  sale con una enorme  incapacidad para  decir "no"  ...  ¡Esa es la famosa falta de límites!... -- Hizo una pausa, e insistió como un profesor que se dirige a sus alumnos -- ¿qué pasará cuando este chico se case, forme una familia, etc...?

   Hicimos algunas tentativas, entre sorbo y sorbo de cerveza, más que nada para darle cuartelillo, boliya, que dicen los porteños. "Que tendrá un montón de problemas..."  "adicciones por un tubo..."  "...infidelidades.."  Carlos decía "si...si..." sonriendo...

    Entonces Carlos, que lo conocía de la hostia, dijo con una sonrisa  triunfante desde detrás de la barra:

-- El problema es que será incapaz de controlar a su propio hijo.

--¡Exacto! -- dijo Jose Carlos maliciosamente, achicando mucho los ojos. -- ¡Ese es el tema!. Nos gusta a todos apuntarnos al gran pacto demagógico con el que todos los viejos puteamos a los jóvenes: que ahora la peña es peor: más vagos, más maleducados... y nadie se da cuenta de que estamos siendo tan hipócritas, o más, como fueron nuestros propios viejos,  a  los que tanto machacamos en nuestra adolescencia. ... ¡¡ Y resulta que   lo que pasa ahora es que ya vamos por la segunda o tercera generación de niños maleducados...!! 

   En nuestras mentes se perfiló la idea como un rayo: Nosotros también fuimos unos niños malcriados. Se produce uno de esos silencios que siguen a las revelaciones de Carlos, con la virtud de dejarnos al tiempo jodidos y perplejos. Se alzó de nuevo, más quedo, el charloteo, con alguna expresión de protesta... aunque de entrada nadie le llevaba la contraria.

--  Bueno vale,-- le preguntó Alfredo,-- ¿y que hacemos cuando nos han malcriado, y queremos corregir el tema con nuestro hijos ?

 Jose Carlos rebozó el bigote con la espuma de su cerveza, sonrió levemente mientras echaba una mirada de complicidad a Carlos, ahora discípulo  aventajado, y dijo en tono de cínica resignación:

--  Hacemos lo que podemos -- y añadió una de sus frases favoritas -- ...ir de culo y contra el viento.

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