Los moderados de uno u otro signo político asistimos consternados a la escalada verbal en España a raiz de los sucesos de Brasil. Politicos y periodistas, unos u otros, aprovechando el despiporre carioca para dar caña a los rivales políticos: que si ahora en España eso solo serían desordenes publicos, o que si el PP está deseando que aquí ocurra algo parecido.... Y suma y sigue. Uno de los que, para mi, ha mantenido un talante imparcial en el lado conservador ha sido Rafa Latorre, por las tarde en Onda cero,
En resumen, políticos y politizados están más pendientes de hacer daño a los rivales que de hacer lo más beneficioso para su país, y ya no digamos para el mundo. ¿Son necios? ¿Atolondrados irresponsables dedicados a echar más leña a la hoguera de los fanáticos? No lo creo (aunque no estoy seguro). Creo más bien que son prisioneros de un dilema: Si no se muestran radicales, sus seguidores cambiarán de líder por uno que sí lo sea. Y ese otro puede que sea más peligroso.
Voy a llamar "Efecto-Hitler" a ese dilema. Nos va bien el personaje para echarle la culpa de los horrores del movimiento nazi. Pero, como han señalado muchos, Hitler subió al poder democráticamente, y durante muchos años el nazi fue un partido más en el Reichstag alemán. Su éxito consistió en que fue el que mejor sintonizó con el horroroso estado de ánimo de la población alemana; y en el mismo sentido, a la necedad de los otros partidos prisioneros del mismo dilema. Estoy recordando la bronca que Trostky echó a los comunistas alemanes por no sumarse al pacto anti-nazi. Claro que, al principio HItler y Stalin eran muy amiguitos. Años 30, tiempos jodidos, muy jodidos.
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