jueves, 9 de junio de 2016

LOS ESPECTADORES DE ANFIELD


Por favor, miren esta magnífica foto:

         

   Es una divertida imagen que muestra, mejor que las consabidas mil palabras de la sabiduría oriental, la complejidad y efectividad del sentimiento de identidad humano. De la construcción social de la identidad. Fíjense en el centenar de espectadores que se ven en el graderío (una muestra de los varios miles presentes). Cada uno de ellos es una persona, con todos sus problemas y preocupaciones; pero en ese momento su conciencia está absolutamente entregada a los lances del juego. No sólo están identificados con su equipo, ¡en ese momento lo están con el propio jugador!   Tanto que se les ha contagiado instantáneamente su gesto de lamento, como si fueran el solemne coro de una tragedia griega!: “¡Ay del que yerra frente a su rival…!”  

   Se trata de un lance deportivo como los que se producen miles de veces todas las semanas, en miles de estadios, por todo el planeta. Solo que esta vez el fotógrafo estuvo allí [1] .  Un incidente trivial pero que muestra una asombrosa característica humana, que ha traído de cabeza a los teóricos de la Psicología Social desde sus inicios: Su capacidad de coordinar espontáneamente su conducta con la de otras personas, movidos aparente y espontáneamente por objetivos comunes, y comportándose como si fueran “un solo hombre”.  

    Tal vez sea mucho decir de una simple foto, por lo que vamos a seguir con la imaginación a un grupo de nuestros hinchas a los que poco después podemos ver tomando unas cervezas en un concurrido local. Se cruzan ruidosas bromas. En un momento dado uno inicia un cántico y todos le siguen. Es un himno de su equipo. Según avanzan, los ánimos se exaltan y van subiendo el volumen de sus voces hasta que empiezan a ser molestos para los demás concurrentes. Estos acaban interrumpiendo sus propias conversaciones y los miran, unos con resignado fastidio, y otros con alguna sonrisita cómplice (quizá porque son del mismo equipo). Ellos se miran entre sí con creciente fijeza, lanzando hacia afuera furtivas miradas, risueñas por su propia travesura. Esa situación de desafío a las normas (hacer demasiado ruido en un sitio público) parece que aumenta su sentido de grupo, de forma que el volumen sigue aumentando hasta que un estruendoso “¡RA RA RÁ!” marca el final de la cantata. Los demás concurrentes reanudan  sus conversaciones tranquilamente, sin dar importancia a lo ocurrido, mientras nuestro grupo celebra brevemente el episodio con risas y bromas, como si acabasen de marcar un gol…  No creo que nadie discuta la verosimilitud de este relato.

   Estos peculiares comportamientos, sobre todo el de la taberna, plantean  la pregunta clave: ¿Cómo es que esos individuos estando en grupo se comportan de una forma que resultaría insólita si estuvieran solos? Porque si después nos cruzamos con cualquiera de ellos, en los lavabos o fumando a las puertas del local, comprobamos, con sorprendente falta de sorpresa, que se conducen de forma perfectamente circunspecta, incluso tímida. Como decimos ESA es la pregunta central de la PS. Pregunta que puede formularse en términos de identidad,  puesto que realmente parece que se tratara de individuos diferentes  los de una y otra situación. ¿Cambia la identidad de las personas de cuando están solas a cuando forman parte de un grupo? La cuestión ha dado lugar a una ingente cantidad de especulaciones, teorías y trabajo experimental, de los que nos ocupamos en otras entradas y página de este blog.

[1]  Se trata de un “Liverpool-Manchester”, en el estadio de Anfield, el 11/Sept/1999. El delantero es Michael Owen (en el suelo, al fondo). El Liverpool perdió  2- 3, en casa. La fotografía es de Phil Nobl, de Associated Press, y fue elegida por los aficionados como la mejor foto de la Premier League en la década anterior.  

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