¿Me
contradigo?
Pues muy bien,
me contradigo
(soy inmenso, contengo multitudes)
Walt Withman:
Canto a mí mismo (51)
Que la familia condiciona la conducta de sus
integrantes es uno de los principios básicos de la Terapia Familiar
Sistémica (TFS en adelante). Podemos decir que, en mayor o menor medida, determina su identidad. En los distintos artículos de este
monográfico se describen ejemplos de esa situación. En este queremos echar un
vistazo a los aspectos teóricos de este fenómeno, uno de los más complejos del
universo conocido: La identidad humana.
El escrito tiene dos partes. En la primera intentaremos
dar una visión global sobre la teoría e investigación
que se han hecho sobre la identidad humana. Será un resumen inevitablemente
subjetivo y parcial, ya que la identidad constituye uno de los grandes
quebraderos de cabeza de las Ciencias Humanas, y especialmente de la Sociología y la Psicología. En la
intersección de estas disciplinas surge la Psicología Social (PS en adelante), que es la que
específicamente estudia la identidad, y
que será ahora nuestro marco de referencia.
En la segunda parte ofreceremos un Modelo de
Identidad Sistémica que creemos puede ser útil para abordar algunos de los
numerosos problemas teóricos que plantea la identidad. Se trata de poner en
valor nuestro paradigma, sistémico e interdisciplinar, en la construcción de una teoría versátil y
operativa, que quizá contribuya que
dejen de considerar la
Psicología como una “disciplina paria e inútil” [1] en la comprensión de los asuntos humanos.
1: LOS ESPECTADORES
DE ANFIELD
Por favor, miren la foto que adjuntamos. Es una
divertida imagen que muestra, mejor que las consabidas mil palabras de la
sabiduría oriental, la complejidad y efectividad del sentimiento de identidad
humano. Fíjense en el centenar de espectadores que se ven en el graderío (una
muestra de los varios miles presentes). Cada uno de ellos es una persona, con
todos sus problemas y preocupaciones; pero en ese momento su conciencia está
absolutamente entregada a los lances del juego. No sólo están identificados con
su equipo, ¡en ese momento lo están con el propio jugador! Tanto que se les ha contagiado
instantáneamente su gesto de lamento, como si fueran el solemne coro de una
tragedia griega!: “¡Ay del que yerra frente a su rival…!”
Se trata de un lance deportivo como los que se
producen miles de veces todas las semanas, en miles de estadios, por todo el
planeta [2].
Solo que esta vez el fotógrafo estuvo
allí. Un incidente trivial pero que
muestra una asombrosa característica humana, que ha traído de cabeza a los
teóricos de la Psicología Social
desde sus inicios: Su capacidad de coordinar espontáneamente su conducta con la
de otras personas, movidos aparente y espontáneamente por objetivos comunes, y
comportándose como si fueran “un solo hombre”.
Tal vez de una simple foto sea mucho decir, por lo que vamos a seguir
con la imaginación a un grupo de nuestros hinchas: poco después podemos verlos
tomando unas cervezas en un concurrido local. Se cruzan ruidosas bromas. En un
momento dado uno inicia un cántico y todos le siguen. Es un himno de su equipo.
Según avanzan, los ánimos se exaltan y van subiendo el volumen de sus voces
hasta que empiezan a ser molestos para los demás concurrentes. Estos acaban
interrumpiendo sus propias conversaciones y los miran, unos con resignado
fastidio, y otros con alguna sonrisita cómplice (quizá porque son del mismo
equipo). Ellos se miran entre sí con creciente fijeza, lanzando hacia afuera
furtivas miradas, risueñas por su propia travesura. Esa situación de desafío a
las normas (hacer demasiado ruido en un sitio público) parece que aumenta su
sentido de grupo, de forma que el volumen sigue aumentando hasta que un
estruendoso “¡RA RA RÁ!” marca el final de la cantata. Los demás concurrentes
reanudan sus conversaciones
tranquilamente, sin dar importancia a lo ocurrido, mientras nuestro grupo
celebra brevemente el episodio con risas y bromas, como si acabasen de marcar
un gol… No creo que nadie discuta la
verosimilitud de este relato.
Estos peculiares comportamientos, sobre todo el
de la taberna, plantean la pregunta
clave: ¿Cómo es que esos individuos estando en grupo se comportan de una forma
que resultaría insólita si estuvieran solos? Porque si después nos cruzamos con
cualquiera de ellos, en los lavabos o fumando a las puertas del local,
comprobamos, con sorprendente falta de sorpresa, que se conducen de forma
perfectamente circunspecta, incluso tímida. Como decimos ESA es la pregunta
central de la PS.
Pregunta que puede formularse en términos de identidad, puesto que realmente parece que se tratara de
individuos diferentes los de una y otra
situación. ¿Cambia la identidad de las personas de cuando están solas a cuando
forman parte de un grupo? La cuestión ha dado lugar a una ingente cantidad de
especulaciones, teorías y trabajo experimental, que juzgamos de interés para el
terapeuta sistémico.
Esas teorías se pueden agrupar en dos grandes
grupos: Las teorías sociológicas, que dan preeminencia al grupo como fenómeno
emergente, con entidad propia; y las psicológicas, que creen que todo es
explicable desde una perspectiva puramente individual. Esta dualidad individuo/grupo
marca los polos entre los que se mueven las teorías sobre la identidad, con una
muy sociológica tendencia a oscilar entre uno y otro; probablemente en sintonía
movimientos culturales más amplios, como el Modernismo y Posmodernismo. Adjunto
una tabla orientativa, muy simplificada (Tabla 1).
Teorías Psicológicas
|
Teorías Sociológicas
|
|
Naturaleza
del
Grupo
|
El
grupo es un artefacto de la conducta de los individuos; surge cuando actúan
juntos; la coordinación se basa en
intereses comunes, materiales o emocionales.
|
Fenómeno
emergente. El grupo tiene vida propia, que condiciona al individuo; este asume otra identidad cuando forma parte de
él
|
Naturaleza.
del vínculo
|
Cognitiva
|
Emocional
|
Ámbito
cultural
|
Modernismo / Positivismo
|
Posmodernismo.
|
Ámbito
geográfico
|
U.S.A.
|
Europa
|
Teoría
Estrella
|
Interaccionismo Simbólico
(IS)
|
Teoría de
(TIS)
|
Autores
|
H.G.Mead;
F.H.Allport;
Berger
y Luckman;
Erwing
Goffman;
|
Tafjel;
Turner;
Hogg
|
Tabla 1
Empezaremos con la Teórías Psicológicas ,
de las que la más importante es sin duda
el Interaccionismo Simbólico
(IS en adelante). Se da la paradoja de que este primer modelo sobre la
identidad está muy vinculado a la Sociología. En los textos de PS apenas se le
cita, ni siquiera en los americanos [3].
¿Porqué esa vinculación, y por qué entonces
lo colocamos en la columna de la Teorías Psicológicas ?.
Porque su explicación está basada en el individuo. Podemos decir que consiste
una explicación muy compleja y refinada
de cómo el entorno social influye sobre la conducta individual,
incluyendo pensamientos y emociones. Las raíces filosóficas del IS están el el
Pragmatismo americano, a caballo con la Psicología , disciplina a la que este movimiento
daba mucha importancia: Peirce, Cooley,
William James y G.H. Mead son los nombres más conocidos. Entre ellos fue Mead [4]
el que dió origen formal al modelo teórico, aunque fue su discípulo y principal
divulgador, Blumer [5]
el que le puso el nombre en 1937.
Es significativo
que, entre nosotros, el sociólogo Julio Carabaña, en un meticuloso análisis de
la obra de Mead que publicó en 1979 [6],
señale la carencia de publicaciones sobre el tema, así como la peculiaridad de ser la única
alternativa teórica al Marxismo sobre el problema de la vinculación del individuo
y el grupo.
La idea
nuclear del IS es que la conducta que un estímulo provoca en un individuo es
función de lo que ESE estímulo significa para ESE individuo. Dejando por ahora
qué significa “significar”, vemos que se trata de un esquema esencialmente
conductista (se autodenominan Conductismo Social), del que se diferencian
enseguida con lo del significado. Ese significado no consiste en un proceso
cognitivo, que también, sino un proceso de tipo emocional, cuyo origen es
social. La clave es que nuestra mente no nos proporciona una percepción directa
de nosotros mismos, en cambio sí de la persona con la que estamos
interaccionando. Puesto que lo que más nos interesa somos nosotros mismos, por
el más indiscutido de todos los instintos, el de supervivencia, ocurre que la
idea del yo, el self, tenemos que inferirla de la conducta de las personas con
las que nos tratamos. El tú es inmediato, el yo inferencial. Esa dependencia
(el yo depende del tú) constituye la gran aportación del IS a la comprensión de
la identidad, y se incorpora a la “PS Americana”, predominante durante décadas.
Esa relación entre el individuo y el interlocutor da mucho juego, y se
generaliza fácilmente al contexto social, y de ahí admite conexiones
intelectuales con otros ámbitos de la Psicología , como la de las Relaciones Objetales,
o el modelo de Lacán (el “otro significativo”). Entre los constructos teóricos
del IS destaca precisamente el del “Otro Generalizado”, que surge cuando
el bebé generaliza sus interlocutores primigenios a toda la sociedad,
representada secuencialmente en su mente por diferentes objetos (mamá, papá,
los hermanos, los otros familiares, los pares, el maestro, el jefe, los héroes
del comic o del cine …), y con los cuales mantiene un incesante diálogo,
primero en voz alta, y pronto en la intimidad de la mente, constituyendo el
famoso “diálogo interno”, que no cesa nunca hasta el momento de la
muerte. Ese diálogo es la manifestación primaria del Self.
Dos aportaciones destacamos en esta corriente
de pensamiento: Una es la del sociólogo Erving
Goffman, con sus meticulosas descripciones de la mecánica de la identidad,
como si de un rol teatral se tratara. Su
obra más conocida, “Estigma”, desmenuza las dramáticas consecuencias que tiene
para el individuo la atribución por parte de su entorno de una identidad
negativa.
La otra
aportación constituye una de las obras
más influyentes de las Ciencias Sociales: “La construcción social de la Realidad ”, de Berger y Luckman. Puede decirse que da
nombre a una de las corrientes de pensamiento más activas actualmente, también
presente (¡y de qué forma) en la
TFS : el Construccionismo Social. Me he tomado la libertad de parafrasear su
título en este trabajo, como homenaje y
también porque, como veremos, hay una estrecha relación entre identidad,
realidad y sociedad.
El IS es el marco conceptual predominante en
los inicios de la PS.
Conviene destacar que su potencia conceptual da cuenta de
muchos, tal vez casi todos, de los más sorprendentes resultados de la PS experimental. Sin ir más
lejos lo hace de nuestros desolados espectadores de Anfield, totalmente
identificados con su mito deportivo.
Multitud de experimentos y teorías jalonan una historia apasionante,
llena de resultados creativos, sorprendentes, muchas veces controvertidos, y
algunas veces banales (según los propios
psicólogos sociales). El IS ha proporcionando cobertura metateórica, a
toda una pléyade modelos y microteorías para dar cuenta de esos resultados. Intentar resumir todo ello es casi una tarea
de locos; es notable que los manuales de PS pueden variar bastante en sus
contenidos (Entre otras cosas según las convicciones ideológicas de sus
autores, el cáncer de las humanidades). Pero en cualquier caso hay un notable
consenso en la importancia de cinco resultados: los dos de Sherif, el de
Asch, el de Milgram y el de Zimbardo.
Algunos autores, con los que nos alineamos, consideran fundamental un sexto
resultado: el del Tafjel sobre la formación del Grupo mínimo. Veamos brevemente
la secuencia:
En 1935 Muzafer
Sherif lleva a cabo su famoso experimento sobre el efecto autocinético[7].
Se interesaba sobre el surgimiento de las normas sociales, cuya funcionalidad
estimaba en contrarrestar las incertidumbres y ambigüedades a las que se ven
sometidas las personas. Para comprobarlo usó el efecto óptico de que un punto
de luz en una habitación oscura pronto da la impresión de estar animado de
movimiento. Sometiendo a muchas pruebas a varios individuos, e interrogándolos
solos y en grupo se veía que, estando
solos los sujetos convergen hacia una respuesta estable; una especie de norma
personal. Y en grupo sucedía lo mismo, pero en grupo. Como si se contagiasen
unos a otros, todo el grupo acababa dando respuestas congruentes.
En
1951 Solomon Asch realiza su famoso
experimento sobre la conformidad perceptual [8]; la idea era comprobar hasta qué punto los
resultados de Sherif se debían a la ambigüedad del estímulo. Realizó un
experimento en el que los sujetos tenían que comparar las longitudes de unos
segmentos, formando parte de grupos de entre 7 y 9 personas. Todos los del
grupo, menos uno, estaban conchabados
con los experimentadores de forma que daban una misma respuesta errónea; ese uno aislado era el verdadero objeto del
experimento. El resultado sorprendente es que hasta un 50% de los sujetos
cambiaba su respuesta correcta para conformarse al grupo, aunque el promedio
en todas las pruebas fue del 33%. Un 25%
se mantuvo incólume en sus apreciaciones.
Es interesante que, preguntados por su “conformidad errónea” muchos de
los “conformistas” decían que sabían que la respuesta era errónea, pero que la
dieron por sentimientos de miedo a la censura, el ridículo o la desaprobación.
Obsérvese que estos resultados están conformes con el paradigma del IS.
Entre 1949 y 1954 vuelve Muzafer Sherif a la palestra , ahora con sus esposa Carolyn y otros
colaboradores, para realizar sus tres famosos experimentos. Fue el último el
único en el que completaron las cuatro fases previstas, y los que le dieron
nombre: Los experimentos de Robber’s
Cave sobre conflicto intergrupal; el nombre le viene del parque en
el que se encontraba el campamento de boy-scouts en los que se realizaron. Como
es bien sabido, el experimento consistió en repartir el grupo de 24 muchachos,
homogeneizados en todos los parámetros posibles, en dos grupos, a los que se
sometía a lo largo de tres fases a una serie de actividades que estimulaban la
competitividad intergrupal. Los resultados fueron bastante espectaculares por
el grado de hostilidad que llegaron a manifestar los chicos hacia el exogrupo
(los miembros del otro grupo), parejo al grado de preferencia y solidaridad que
se desarrollaba hacia el endogrupo. En los dos primeros experimentos el grado
de deterioro relacional y de hostilidad llegó a tal punto, que hubo que
interrumpir bruscamente el experimento.
Solamente en el tercero se culminó una cuarta fase, en la que se conseguía
reducir totalmente la rivalidad a base de proponer tareas supraordenadas,
que requerían la colaboración de ambos grupos: conseguir agua para todo el
campamento, o alquilar una película para todos…
La interpretación teórica de tales resultados,
que se publicaron en 1962 [9],
tiene que ver con los temas candentes en la PS : el etnocentrismo, el prejuicio, la
discriminación… Sherif formuló su propia
teoría, que ha perdurado como uno de los factores que intervienen en tales
conflictos: La teoría del conflicto realista, que viene a decir que el
tipo de relaciones que se establecen entre los grupos viene determinado por los
intereses u objetivos concretos que los lleva a la cooperación o al
enfrentamiento. También provee de una receta concreta para la superación de las
situaciones de hostilidad intergrupal: el establecimiento de objetivos
metasistémicos, que interesen a ambos grupo. Una teoría también congruente con
el IS, y también con la concepción marxista de la identidad, que la concibe
alienada por los intereses de clase.
Por lo que se refiere a la relación
individuo-grupo el modelo de moda en ese momento sobre era el de interdependencia:
El individuo forma parte del grupo porque depende de él para conseguir sus
objetivos, p.e. vivir mejor. Aunque esos intereses puedan ser más o menos
conscientes, no deja de ser un fundamento cognitivo (racional), basado en
definitiva en los intereses del sujeto individual, aunque esos intereses estén
condicionados por su relación con los demás. Esa interdependencia puede
explicar los fenómenos de conformidad grupal, hasta el punto de violentar la
percepción de la realidad, como ocurre en los experimentos de Asch y el primero
de Sherif, y básicamente acorde con el IS, que es un paradigma lejano,
sociológico, para la PS ,
al que se recurre poco explícitamente.
Pero
ya estos resultados empiezan a tener un matiz inquietante por la aparición de
conductas no deseables. Este matiz se confirmará en los experimentos
siguientes, sobre todo de Milgram y posteriormente en el de Zimbardo. Pero
entre tanto fuera del ámbito universitario sucede algo muy significativo en
este desarrollo teórico: en mayo de 1960 los servicios de inteligencia
israelíes capturan en Buenos Aires al antiguo jefe nazi Adolf Eichmann, uno de los responsables del
holocausto, y se lo llevan a Israel para ser juzgado. En abril de 1961 se
inicia el juicio, y en junio de 1962 es condenado y ahorcado. La polémica fue
enorme en todo el mundo, y también en el entonces joven estado de Israel. La
filósofa judeo-alemana Hannah Arendt,
de enorme prestigio mundial, que por entonces vivía en Nw York, asiste al
juicio como corresponsal. Enormemente conmocionada, como muchos judíos, al
revivir el horror de la persecución nazi, vuelve a su hogar antes de que
termine el juicio. Cuando consigue recuperarse, en 1963, escribe el
famosísimo ensayo “Eichman en Jerusalem”, que cayó como una bomba en los medios
intelectuales occidentales, y en el se plasma la célebre expresión “la
banalidad del mal”. En un contexto de fuertísimas condenas hacia los
crímenes nazis, tendentes a categorizar a sus responsables como monstruos
morales dignos de toda reprobación, Arendt, que era una intelectual del máximo
prestigio, con total honestidad expresa la impresión que le dio Eichman de ser
alguien totalmente anodino, poco más que un burócrata eficiente que simplemente
“cumplía órdenes” con gran eficacia. Una conclusión es que cualquier persona
puede convertirse en cualquier cosa, en las circunstancias adecuadas. El ensayo
despertó una enorme controversia, por cuanto atenta a uno de los valores
fundamentales de nuestra cultura occidental: la libertad y la responsabilidad
individual. Pero
lo cierto es que los experimentos siguientes parecen darle la razón, o por lo
menos verosimilitud.
En
efecto, por esas mismas fechas, 1961, Stanley
Milgran hace el primero de sus experimentos.
La idea era reproducir los resultados de Asch sobre conformidad, pero con una
tarea que no fuese trivial, sino que supusiese una fuerte carga emocional para
es sujeto; p.e. infligir un doloroso castigo a otro sujeto. La elección de la
tarea revela que Milgran no era ajeno a la “cuestión Eichman”, como denota el
que introdujese el factor de obediencia
a una autoridad… y que cite ampliamente el ensayo de Arendt en su propia
interpretación de los resultados. Antes de comprobar la influencia del grupo,
hizo un experimento previo para establecer la “línea base” de los que los
individuos estaban dispuestos a hacer por sí solos, y esos resultados iniciales
fueron tan sorprendentes, que se convirtieron en significativos por sí mismos.
Los sujetos tenían que actuar como maestros de unos supuestos alumnos en una
tarea simple de aprendizaje, aplicando descargas eléctricas de intensidad
creciente cuando cometían un error. El presunto alumno, un actor conchabado, se
quejaba cada vez más intensamente, hasta llegar a los alaridos y las súplicas,
para quedar finalmente desvanecido. Junto al sujeto permanecía un investigador
imperturbable, con su bata blanca, que continuamente le animaba, o incluso le coaccionaba
a seguir adelante. La sorpresa fue que la mayoría de los sujetos llegaron a
aplicar supuestas descargas mucho más altas de lo que se preveía, incluso a
niveles señalados como muy peligrosos en el aparato “dispensador”. El experimento ha sido replicado decenas de
veces por todo el mundo, con resultados similares. El propio Milgram hizo 18
variaciones, en donde, entre otras cosas, pudo completar la prueba con otros
participantes. Comprobó muchos factores que disminuyen la obediencia (la
proximidad de la victima, la lejanía de la autoridad, la legitimidad de la
autoridad, y sobre todo la falta de unanimidad de otros parcipantes...).
Milgran formuló dos teorías como explicación: una en base al conformismo, al
estilo de Asch; otra por lo que llamó Estado Agéntico, que es cuando un
individuo se siente inerme frente al poder de otro, o de una institución, y le
transfiere toda la responsbilidad de sus consecuencias. Esta última explicación
recuerda a la de Freud en su psicología de las masas, en la que postula un
proceso parecido al “enamoramiento”, por el cual el sujeto atribuye al líder
cualidades superyoicas (el yo ideal), en lugar de las suyas propias.
Es de señalar que esa transferencia de
responsabilidad es de uso común en los sistemas jurídicos: en los delitos
cometidos por un grupo siempre se castiga mucho más, incluso exclusivamente, a
los “jefes de la banda”.
En 1971 Philip
Zimbardo llevó a cabo otro de los más famosos experimentos de la PS : El Experimento de la Prisión de
Stanford [10]. Se trataba de estudiar
las conductas brutales en las cárceles, tanto de guardas como de prisioneros;
p.e. si se debían a la personalidad de los individuos, o a la estructura de la
situación. El departamento de Psicología de la Universidad de
Stanford construyó una cárcel simulada, en la que se recluyeron a 24
estudiantes voluntarios, distribuidos al azar en dos grupos: guardas y prisioneros.
El experimento tenía que durar dos semanas, pero se interrumpió a los seis
días, porque la situación se les iba de las manos. Los guardas empezaron a
manifestar conductas humillantes y crueles, y los prisioneros tras alguna
rebeldía inicial, se volvieron apáticos, apuntando conductas patológicas. El
propio Zimbardo dijo que la cárcel: “Nos
estaba absorbiendo como criaturas de su propia realidad”.
Tanto
el experimento de Stanford, como las
conclusiones de Arendt han sido críticados por sesgos metodológicos [11]. El
primero por las instrucciones “sugerentes” que se les dio a los guardas; las
segundas por basarse sólo en el informe de los
abogados defensores. Así que la cuestión dista mucho de estar cerrada,
pero entre tanto han surgido otros resultados en el mismo sentido.
Reicher y Haslam en el 2001 repitieron el
experimento de Zimbardo, patrocinados por la BBC , con
resultados algo distintos, pero igualmente inquietantes; en este caso los guardas se negaron a ejercer la
autoridad, y fueron desbordados por los prisioneros. Entonces los participantes
intentaron establecer un régimen igualitario, lo que pronto resultó
insostenible. La situación empezó a derivar hacia la imposición, con débil resistencia,
de un régimen tiránico, que a los propios experimentadores empezaba a recordarles
el Experimento de Stanford. Reicher concluye:
Sobre la base de estos hallazgos, se perfila un nuevo marco para la
comprensión de la tiranía. Esto sugiere que es la impotencia y el fracaso de
los grupos lo que hace a la tiranía psicológicamente aceptable [12].
Un resultado más de esta guisa: El
experimento La Tercera
Ola realizado en 1967 por el profesor de Historia Ron
Jones, en el Cubberley High School de
Palo Alto. Sobre este experimento se
escribió posteriormente una novela [13]
(1981), que después fue llevada al cine, por el alemán Dennis Gansel en
2008, con el
título de “La Ola ”.
La historia por tanto es bastante conocida:
Para demostrar que el nazismo es algo que puede surgir entre gente “normal”, dicho
profesor propuso a sus alumnos hacer una prueba en la misma clase. Se empezó
por poner normas de conducta estrictas, como levantarse al entrar el profesor,
etc… para seguir con actividades en el sentido de incrementar el sentido de
grupo: lemas, saludos, vestimenta estandarizada... El experimento fue interrumpido
a los 6 días, cuando Jones empezó a ver que surgían conductas indeseadas (p.e.
chivatazos), y que se le iba de las manos. Hay tres detalles interesantes:
1.- Ningún miembro de la clase se negó a participar en el experimento; 2.-
Empezaron a sumarse voluntariamente alumnos de otras clases, incluso
masivamente; y 3.- Los resultados académicos
de los participantes mejoraban perceptiblemente.
Estos
resultados, acordes con la anterior reflexión de Reicher, recuerdan la famosa
advertencia de Gouvernor Morris, uno de los padres de la Constitución
Norteamericana , en la Convención de Filadelfia: “Mas vale tener un gobierno
supremo ahora, que un dictador dentro de 20 años” .
Sobre la cuestión de la vinculación del
individuo al grupo, que es lo que nos interesa, y de su introyección de la
identidad grupal en las relaciones intergrupales, el modelo preponderante era la
Teoría del Conflicto Realista. Pero la cuestión no había quedado
ahí. El grado sumisión del individuo al grupo que tan dramáticamente nos
muestran las conclusiones de Arendt, Milgram o Zimbardo ya señalan la acción un
mecanismo más poderoso que la simple interdependencia, o la confluencia de
intereses. Además hubo otras investigaciones [14] que
mostraron que el sesgo endogrupal, y el comportamiento intergrupal competitivo
también surge cuando no hay interdependencia, ni situación competitiva, e
incluso en condiciones claramente cooperativas.
Henry
Tafjel se propuso llevar esa cuestión hasta el extremo, estableciendo las
condiciones mínimas que pueden dar lugar a una dinámica de grupo. Realizó un
experimento en 1970, en el que estableció el llamado Paradigma del Grupo
Mínimo [15]. Consistió en un presunto estudio sobre toma
de decisiones en escolares, en el que entre otras cosas se les preguntaba su
preferencia entre dos pintores: Klee o Kandisnky. Posteriormente se les sometía
a una tarea de distribución de dinero (mediante la asignación de puntos) entre
los otros niños, identificados por una clave, y de los que el único dato que
tenían es que habían escogido a uno u
otro pintor. Los resultados mostraron que, incluso en un grupo tan evanescente,
surgía el favoritismo endogrupal hacia los niños que habían escogido el mismo
pintor. El experimento se ha repetido centenares de veces, en todo tipo de
condiciones, depurando aún más la definición de los grupos: p.e. asignando a
los participantes al azar a dos grupos X e Y; distribuyendo sólo puntos… dando
siempre el mismo resultado. La simple asignación de un individuo a un grupo,
por efímero y arbitrario que sea, da lugar a favoritismo endogrupal.
Tafjel
formuló entonces su Teoría de la Identidad Social
(TIS en adelante), en la que simplemente
postulaba que la pertenencia a uno u otro grupo social constituye una parte
importante de la idea que los individuos tienen de sí mismos. Es decir, de su
self. Por eso los individuos, en ausencia de otros estímulos o intereses,
tienden a responder en función de su Identidad
Social (IS e.a.). Esta parca conclusión es un ejemplo del tipo
de laboriosas investigaciones y teorizaciones de la PS , para llegar a conclusiones
poco menos que obvias para las personas normales. Y sin embargo ese es un
camino que la PS
tiene que recorrer. Servidumbres del gran tótem cultural del cientifismo. Como
veremos los propios psicólogos sociales son dramáticamente conscientes de esas
limitaciones de su disciplina. La
TIS revalorizó el
concepto de IS, que ya usaban los sociólogos, en contraposición a la Identidad Personal
(IP e.a.), con la cual forman los dos extremos de un continuo, dentro del cual
se produce la conducta de los individuos en función de cada situación.
John C. Turner, discípulo de Tafjel,
desarrolló una teoría muy relacionada, que viene a completar la TIS : La Teoría de la Auto-Categorización
del Yo (TAC en adelante), que desde entonces se asocia a la TIS , hasta el punto de que
mucha gente las confunde, o tienen por una sola teoría. La TAC es una construcción muy
pormenorizada y sofisticada, que definen como “un sistema de auto y
hetero-categorización jerárquico compuesto por diferentes niveles de abstracción…”,
que podemos resumir en lenguaje coloquial, al modo de los estudiantes, como el
modelo “de las capas de cebolla”, en el que los distintos grupos de pertenencia
se superponen en el psiquismo de cada
sujeto, y la activación de uno de ellos se produce en función de las circunstancias.
Es decir, cada persona cuenta con un repertorio de identidades, productos de
las diferentes situaciones relacionales en las que ha vivido a lo largo de su
vida, cada una con su saliencia, (su
poder, o probabilidad de ser asumida), y sus criterios de categorización. Es
importante destacar que Turner le da un fundamento cognitivo, lo que por un
lado abre el modelo al paradigma imperante académicamente, con enormes
posibilidades de investigación y teorización, pero por otro encorseta el tipo de proceso admisible. Entre los
conceptos más interesantes surgidos de la TIS /TAC están los estudios de
Estereotipaje y autoestereotipaje, sobre los criterios y atributos que definen
la pertenencia a determinado grupo. Fuente de cierto tipo de “poder”, el de los
individuos “prototípicos”, el más sutil e inmaterial, abre un campo de enorme
interés en todos los fenómenos culturales y políticos: las modas, los partidos,
los medios de comunicación… Los lectores entenderán que se resume mucho un
espacio teórico de gran riqueza y vivacidad, y tambien de enorme actualidad.
Dice Hogg [16]:
La idea de que tenemos muchos yoes y de que los factores contextuales
pueden hacer aflorar uno u otro tiene una serie de ramificaciones. Los constructivistas sociales han sugerido que el yo es totalmente
dependiente de la situación. Una forma extrema
de esta posición es el argumento de que no llevamos el autoconocimiento
en nuestras mentes como representaciones cognitivas, sino que más bien construimos
yos desechables a través de la
conversación (p.e.: Potter y Wetherell, 1987[17]).
Nuestra
intención era dar una idea del trabajo que se está haciendo sobre la identidad
desde la Psicología Social ,
entendida como el ámbito “canónico” universitario que se ocupa del tema.
Comprobamos que sus últimos desarrollos apuntan en direcciones que conectan con
otros paradigmas, algunos de los cuales son extraordinariamente interesantes
para el Terapeuta Sistémico, pero que, de momento y como mucho, nos tenemos que
conformar con citarlos.
Como
muestra queremos citar un artículo sobre la TIS proveniente del propio mundo universitarrio:
el que publicaron en el 2008 los profesores Scandroglio, López y San José, de la Facultad de Psicología de
la UAM [18]. El
artículo, muy recomendable, contiene una meticulosa síntesis de los resultados
experimentales y de los fundamentos teóricos actuales sobre la TIS y la TAC , así como una revisión
crítica de sus elementos más controvertidos, sus límites y sus potencialidades. Es significativo en sus
conclusiones critiquen fuertemente las precariedades metodológicas y epistemológicas
que aquejan a la investigación en este terreno:
Todo ello ha generado algunas
consecuencias negativas que creemos
haber puesto de manifiesto a lo largo de nuestra exposición. (1) Por una parte,
una cuantiosa literatura fragmentada y dispersa, en la cual es común que
algunos constructos considerados como esenciales por determinados autores sean
simplemente ignorados por otros y en la que un mismo concepto puede encontrarse
abordado mediante indicadores completamente heterogéneos y difícilmente integrables.
(2) Por otra, un evidente fracaso en la búsqueda de leyes generales de relación
entre constructos, plasmada en la escasa concordancia entre las sucesivas
revisiones de determinados aspectos de la teoría que obligan, a su vez, a la
continua reformulación ad hoc de los principios previamente establecidos cuando
se incorpora un nuevo factor de influencia.
(3) En tercer lugar, una limitada capacidad para abordar empíricamente
de forma global los procesos grupales en entornos reales, cuya complejidad
escapa del alcance de los supuestos y métodos al uso. Por ello, sin dejar de reconocer la enorme
potencialidad del marco teórico que hemos analizado, ni sus contribuciones al
avance en la comprensión de la conducta grupal, creemos que es necesaria una profunda
transformación en sus supuestos, herramientas y prácticas si se desea una
aproximación más eficiente y aplicadas a los fenómenos grupales.
(…)
Desde el punto de vista epistemológico, la investigación en este ámbito
puede y debe nutrirse de las visiones que realizan un mayor énfasis en el
carácter construido y dialógico de la realidad social (…) de cara a superar la
aporía a la que ha conducido la tendencia a la reificación descontextualizada
de constructos y principios. (…) Esta perspectiva puede ser especialmente
pertinente al ofrecer un marco que conceptualiza las categorías sociales no ya
como elementos estáticos o preformados ubicados en la mente de los sujetos,
sino como emergentes que se construyen en el momento de la interacción con
finalidad retórica y autoafirmativa, en confluencia con la línea de avance de
los trabajos más cualificados dentro del área. Igualmente, a pesar de su
todavía incipiente formalización en el ámbito de las ciencias humanas, puede
tomar numerosos referentes de los denominados paradigmas de la complejidad
(véase, por ejemplo, Prigogine, Guattari, Lesoume, y cols., 2000), que
constituyen una potente reformulación del modo en que cabe conceptualizar y
abordar los fenómenos conformados por
ciclos recursivos de interacción múltiple.
El artículo revela hasta qué punto los
propios implicados en la investigación
sobre la Identidad
son conscientes de la necesidad de abrirse a otras perspectivas, y buscar su
articulación teórica en un desarrollo intelectual a cuya ortodoxia no se
renuncia. Un ejemplo muy sugestivo es la Teoría del Apego, desarrollado a partir de
disciplinas tan blandas como el Psicoanálisis y la Etología , y que en
nuestro caso propone el fenómeno de la Impronta (Imprinting) como una fuente de identidad de indudable
importancia, y que sin embargo no ha llegado a la investigación, al menos que
sepamos [19].
Entre los muchos enfoques que que hay sobre la Identidad , hay dos no
podemos dejar de mencionar. El dinámico de Ericsson, y el Narrativo de Linares,
cada uno de ellos representando poderosas corrientes de pensamiento. Dar una
idea cabal de ellos daría para otro artículo; nos conformaremos con una breve
reseña.
El
modelo de Erikson sobre el
desarrollo de la identidad, sus crisis, y su conexión son los sistemas
culturales del grupo humano en el que crece el niño. La idea fuerza es que la identidad individual
es una construcción neurológica concreta en la que, como toda “aplicación
informática”, lo más importante es la coherencia interna”. Los reseteos de de
dicha aplicación, obligados por el desarrollo del individuo, constituyen sus
famosas “crisis de identidad”, que subjetivamente se viven como una
“crisis de la realidad”. Sus observaciones antropológicas, su sagacidad y su
inmensa humanidad convierten a sus libros en una lectura imprescindible [20].
Respecto
al aspecto relacional de la identidad, que se manifiesta especialmente en el
lenguaje, es particularmente interesante el enfoque narrativo. Es conocido el
poderoso instrumento terapéutico desarrollado por White a base de trabajar la narrativa que las personas hacen de su
propia vida; El aspecto biográfico de la identidad.
Y
tambien cabe mencionar el prolijo, denso y muy interesante modelo psicopatológico,
y terapéutico desarrollado por Juan Luis
Linares [21] en
base a la proyección relacional de la identidad del individuo. El lenguaje “trae un mundo de la
mano”, y en ese mundo, primariamente asentado en la familia, precisa de de un
reconocimiento y una nutrición emocional adecuados, que de no darse lugar a
patologías que pueden ser muy graves. El profesor Linares, con su habitual
claridad, aparentemente fácil, nos ofrece desde esta perspectiva una formidable
colección de modelos y casos que
ilustran la sutil y compleja dinámica de la Identidad humana, y de
su, relación con el entorno familiar, demasiado dramática con demasiada
frecuencia.
Siguiendo nuestro
guión, ofrecemos ahora un modelo de la identidad, sistémico e interdisciplinar,
que creemos puede contribuir a unificar y eventualmente clarificar, muchas de
las aportaciones e interrogantes que hay planteados sobre la identidad.
[1] Clifford Geertz. (1973) The interpretation of Cultures. Basic
Books Inc. Nw York
La interpretación de las
culturas. Gedisa, 1987; p. 105
[2] Se trata de un “Liverpool-Manchester”, en el
estadio de Anfield, el 11/Sept/1999. El delantero es Michael Owen (en el suelo,
al fondo). El Liverpool perdió 2- 3, en casa. La fotografía es de Phil Nobl,
de Associated Press, y fue elegida por los aficionados como la mejor foto de la Premier League en
la década anterior.
[3] El de Hogg, del ámbito europeo, le dedica una
página. El de Myers, ¡que es americano!,
ni siquiera lo menciona.
Hogg y Vaughan (2010. 5ª ed.) Psicología Social. Panamericana.
Myers, D.G. (2005. 8ª ed.) Psicología Social. Mc Graw Hill.
[4] G. H. Mead.(1934) Mind, Self and Society. Univ.Chicago Press.
Espiritu, Persona y Sociedad. Paidós,
B.Aires. 1968.
[5] H. Blumer, (1969) Symbolic Interactionism: Perspective and Method. Prentice-Hall,
Inc. New Jersey.
El interaccionismo simbólico: perspectiva y método. Hora, S.A.
Castellnou, Barna. 1982.
[6] J.Carabaña y E.L. de
Espinosa. 1979. “La teoría social del Interaccionismo Simbólico: análisis y
valoración crítica”. Revista Española de
Investigaciones Sociológicas. C.I.S. 1:159-204.
Incluído en:
Blanco
y Moya (1978) “Teoría Sociológica
Contemporánea”. Tecnos , Madrid .
[7] Sherif, M. (1935) “A study of some social factors in
perception”. Archives of
Psychology, 27. Citado en Hogg y Vaughan
(2010).
[8] Asch, S. (1951) Effects of group pressure upon the
modification and distortion of judgements.
En Guetzkow (ed): Groups, leadership
and men. Carnegie Press.
--- (1956) Studies of independence and
conformity: A minority of one against a unanimous majority. Psychological Monographs: General
and Applied.
. Citados en Hogg y Vaughan (2010).
[9] Sherif,
M.Harvey, White, Hood, & Sherif, CW (1962)
Intergroup conflict and cooperation: The Robbers’
cave experiment.Norman OK: Univ.
of Oklhoma Institute of Intergroup relations. Citado en Hogg y Vaughan (2010).
[10] Zimbardo p. g.
(1972) The Stanford prison experiment.
Presentación de P.G. Zimbardo, Inc., P.O. Box 4395, Stanford, Calif. 94305.
Citado en Hogg y Vaughan (2010).
[11]
Reicher, Haslam & Rath. (2008) Making a Virtue of Evil: A five step
Social Identitiy Model of the Development of Collective Hate. Social andPersonality Psychology Compass.
2/3.1313 -1344.
[12] Reicher, S., and Haslam, S.A. (2006)
“Rethinking the psychology of tyranny: The BBC prison study” British Journal of Social Psychology, 45,
1–40.
[14] Rabbie y Horowitz (1969);
Ferguson y Kelley (1964); Rabbie y Wilkens (1971); Rabbie y DeBrey (1971).
Citados en Hogg y Vaughan (2010), p. 405.
[15] Tafjel,
Billing, Bundy & Flament. (1971) Social Categorization and intergroup
behaviour. European Journal of Social Psychology, 1, 149-177. Citado en Hogg y Vaughan (2010). p. 405
[16] Hogg y
Vaughan. Op.cit. p. 124
[17] Potter &
Wetherell (1987). Discourse and social psychology: Beyond attitudes and
behaviour. London: Sage .Citados en Hogg y Vaughan (2010),
[18] Scandroglio, B.,. López, Jorge.,y San José, M.C.
(2008) La Teoría
de la Identidad
Social : una síntesis crítica de sus fundamentos, evidencias y
controversias. Psicothema. Vol. 20,
nº 1, pp. 80-89
[19] Jorge López. (Cita 18) Comunicación personal.
[20]
Erik Ericsson. (1950) Childhood and Society,( Infancia
y Sociedad. Lumen-Hormé, 1959
(12ª:1993))
-- (1968)
Identity. Youth and crisis. Norton (Identidad Juventud y Crisis. Taurus, 1980)
--
(1982) The Life Cicle Completed (El
ciclo vital completado. Paidós, 1985)
[21] Juan Luis Linares.(1996) Identidad y Narrativa. Paidós
-- (2012) Terapia
Familiar Ultramoderna. Herder
Hola,
ResponderEliminarMe gustó la información, pero con todo respeto, creo debes mejorar demasiado la redacción. En todo el contenido me pareció difícil comprender lo que pretendías decir: ideas fragmentadas, párrafos desorganizados, incoherencias, errores en ortografía y demás.
Muchas gracias por la info. Seguramente tendrás mas credibilidad si la parte de la redacción se trabaja.
Gracias por el interés. Encuentro las críticas un poco excesivas ¿tan mal redactado?
EliminarEn todo caso tu comentario tendría más credibilidad si lo firmases