lunes, 29 de septiembre de 2014

Catalunya España 22 : JULIANA

También los líderes, como los  artistas, los creadores, y en realidad como todo hijo de vecino, tienen sus momentos y sus rachas. Otrora estaba fascinado por la nítida vehemencia de Fidalgo.Ahora es Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, y corresponsal en Madrid. Todas las semanas se brea el tío en la tertulia de Herrera. Sus análisis me parecen los más finos que estoy encontrando actualmente en el panorama periodístico, y sobre todo el talante racionalizador  y ecuánime, al menos en la intención manifiesta. Ya he comentado su columna fija sobre el problema de Cataluña. Su nombre genérico es: "CODIGO 11-9-11" y a fe que recomiendo su lectura y reflexión.

    En su articulo de hoy mismo, Juliana cita una conferencia de Herrero de Miñón, allá por enero, en la que el prestigioso prócer conservador predicó la  conveniencia de un acercamiento entre ambas partes, un acercamiento inteligente,que no excluye ciertas reformas en la constitución.  Cito:


En el corto plazo, a la situación catalana sólo le veo una salida. Primero, sugeriría unos ejercicios de gimnasia al Gobierno y a la Generalitat. Ambas partes deberían negociar algunos asuntos menores, a fin de romper el hielo y restablecer una cierta confianza. No basta con las reuniones discretas. Debería haber acuerdos públicos sobre asuntos menores o secundarios, para comunicar a la sociedad que los pactos siguen siendo posibles. Una vez restablecido ese mínimo clima de confianza, se debería pactar una nueva disposición adicional de la Constitución que reconozca la realidad nacional catalana y blinde sus competencias en lengua, economía e infraestructuras. Una ‘mutación constitucional’, que no obligue a abrir la Carta Magna en canal. Esa modificación no exigiría referéndum. Bastaría un amplio acuerdo parlamentario. Y que nadie me diga ahora que esa iniciativa puede provocar un alud de reclamaciones de las demás autonomías. ¿Para qué sirven los dos grandes partidos nacionales? ¿Acaso ya no sirven para acotar el alcance de los grandes debates? Esta ‘mutación constitucional’ no resolvería definitivamente el problema, seguramente, pero le daría otro marco. Más adelante podría abordarse una reforma más a fondo de la Constitución, que no creo aconsejable en las actuales circunstancias. Si de verdad se quiere afrontar la situación, lo primero que hay que hacer es reconocer la singularidad de Catalunya, su realidad nacional. Y eso se puede hacer sin aparatosas cirugías. El problema de Catalunya es eminentemente político y no se va a resolver con el Aranzadi en la mano”.



Una opinión que será sorprendente, aunque quizá no tanto, para muchos sectores conservadores de nuestro país, incluído yo mismo, sobre todo por venir de quien viene.

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