sábado, 8 de junio de 2013

In vino véritas

    Hace años leí la frase: "No se puede confiar en alguien que no se emborracha nunca."  Ahora, gracias a la mágica potencia de Internet y Google he conseguido dar con el autor, o por lo menos con un autor que dice algo parecido. Se trata de James Crumley, un escirtor americano de novela negra, en una que precisamente está traducida (Un caso equivocado / The Wrong Case (1975)). El párrafo es lo suficientemente explícito por sí mismo:
     Puesto que la traducción es mía (con la ayuda de Google), la transcribo sin más:

      Hijo, nunca confíes en un hombre que no bebe porque probablemente es una especie de fariseo, un hombre que siempre cree saber lo que está bien y lo que está  mal. Algunos de ellos son buenos, pero por Dios que causan la mayoría del sufrimiento del mundo. Son los jueces, los entrometidos. E, hijo, nunca confíes en un hombre que bebe pero no quiere emborracharse. Normalmente tienen miedo de algo que tienen dentro, en el fondo, ya sea que son cobardes, o tontos, o malos y violentos. No se puede confiar en u)n hombre que tiene miedo de sí mismo. Pero hijo, a veces, sí puedes confiar en un hombre que de vez en cuando tiene que  arrodillarse ante un retrete. Lo más probable es que  está aprendiendo algo sobre la humildad, sobre su natural necedad humana, y sobre cómo sobrevivir a sí mismo. Es la leche de difícil que un hombre se tome a sí mismo demasiado en serio cuando está echando las tripas en un inodoro sucio.

                                                                  James Crumley "Un caso equivocado" (1975)

     A lo mejor es para justificarme. Pero este fin de semana estuve en Barcelona, donde me lo pasé estupendamente, ¡Ah Barcelona! y donde entre otras cosas me vi (por separado) con mis dos amigos Jordi y Carlos. Con los dos bebí demasiado (gin tonics, que están de moda) especialmente con el primero, con el que acabamos en "Boadas" cerrando el local, tras abrirnos paso por entre las mesnadas de turistas. Luego no dejé de sentirme un poco mal por aquello de "a mis años, cogiendo una cogorza...!"  por eso me consuelo con la sentencia de Crumley.  Tampoco a él hay que tomárselo demasiado en serio. 

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