Lo interesante es el
mecanismo por el que un acontecimiento se convierte en leyenda. O sencillamente
el surgimiento de la misma, con acontecimiento “desencadenante” o no. Veamos
un primer ejemplo.
Para mi el prototipo de leyenda urbana es la siguiente historia:
un tio va caminando por una calle estrecha, a altas horas de la noche. En
dirección contraria viene otro tipo, lo que le produce una cierta inquietud. No
sé como, el caso es que al cruzarse llegan a tropezar. Nuestro héroe sigue
caminado y, un poco aturdido por el susto trivial, se palpa los bolsillos. En ese
momento descubre que su cartera no está en su sitio; el bolsillo habitual está
vacío. Entonces tiene uno de esos arranques insólitos que a veces ocurren en “gente
normal”, y lleno de decidida ira, vuelve
sobre sus pasos, y alcanzando al transeúnte con el que había tropezado, le
apunta con el dedo metido en el bolsillo, y con gran vehemencia le conmina a
que le entregue la cartera. El otro asustado se la da. Cuando nuestro amigo
llega a casa, se encuentra con que lleva dos carteras: la suya en un bolsillo
distinto, y la del otro menda. Había
pasado del miedo a sufrir un atraco, a convertirse él mismo en un atracador.
Esta historia la he oído cuatro veces. Dos de ellas con
pelos y señales, poniendo nombre al protagonista, y a los lugares donde había
ocurrido. Los nombres eran muy referenciados, claro (“le pasó a un primo de mi
amigo Fulanito…”), y los lugares un tanto genéricos. La primera vez que oí la
historia, que me encantó, fue en Barcelona, y lo situaban en las callejas de “El Coll”, más allá del Puente Vallcarca.
Con la misma minuciosidad, y no muchos años después la oí en Madrid, situándola
en los fragosos alrededores del lago de la Casa de Campo. Una tercera vez la oí de forma más anecdótica
y lejana, también en Madrid, sin muchos detalles. Y la cuarta (el orden es
arbitrario) es la que colmó el vaso de mi asombro, y me concienció sobre el tema
de las leyendas urbana: es uno de los incidentes que en la película “El prisionero de la segunda
avenida” llevan a la exasperación al bueno de Jack Lemmon, y lo sitúa en un
parque, supongo que Central Park. La
anécdota es que, el atracado, no es otro que un jovencito Silvester Stallone. El
guión es de Neil Simon, sobre una exitosa obra de teatro de él
mismo
Intuitivamente el fundamento psicológico no tiene mucho
secreto: el famoso “miedo a salir de noche” (por cierto, otra película que no
he visto), se resuelve en un incidente sorprendente y chistoso.
(Sigo con el tema en adicionales entradas)
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