martes, 2 de octubre de 2012

Leyendas, urbanas o no. (1)



    Lo interesante es el mecanismo por el que un acontecimiento se convierte en leyenda. O sencillamente el  surgimiento de la misma, con acontecimiento “desencadenante” o no. Veamos un primer ejemplo.

    Para mi el prototipo de leyenda urbana es la siguiente historia: un tio va caminando por una calle estrecha, a altas horas de la noche. En dirección contraria viene otro tipo, lo que le produce una cierta inquietud. No sé como, el caso es que al cruzarse llegan a tropezar. Nuestro héroe sigue caminado y, un poco aturdido por el susto trivial, se palpa los bolsillos. En ese momento descubre que su cartera no está en su sitio; el bolsillo habitual está vacío. Entonces tiene uno de esos arranques insólitos que a veces ocurren en “gente normal”,  y lleno de decidida ira, vuelve sobre sus pasos, y alcanzando al transeúnte con el que había tropezado, le apunta con el dedo metido en el bolsillo, y con gran vehemencia le conmina a que le entregue la cartera. El otro asustado se la da. Cuando nuestro amigo llega a casa, se encuentra con que lleva dos carteras: la suya en un bolsillo distinto, y la del otro menda.  Había pasado del miedo a sufrir un atraco, a convertirse él mismo en un atracador.

     Esta historia la he oído cuatro veces. Dos de ellas con pelos y señales, poniendo nombre al protagonista, y a los lugares donde había ocurrido. Los nombres eran muy referenciados, claro (“le pasó a un primo de mi amigo Fulanito…”), y los lugares un tanto genéricos. La primera vez que oí la historia, que me encantó, fue en Barcelona, y lo situaban en las callejas  de “El Coll”, más allá del Puente Vallcarca. Con la misma minuciosidad, y no muchos años después la oí en Madrid, situándola en los fragosos alrededores del lago de la Casa de Campo.  Una tercera vez la oí de forma más anecdótica y lejana, también en Madrid, sin muchos detalles. Y la cuarta (el orden es arbitrario) es la que colmó el vaso de mi asombro, y me concienció sobre el tema de las leyendas urbana: es uno de los incidentes que  en la película “El prisionero de la segunda avenida” llevan a la exasperación al bueno de Jack Lemmon, y lo sitúa en un parque, supongo que Central Park.  La anécdota es que, el atracado, no es otro que un jovencito Silvester Stallone. El guión es de  Neil Simon, sobre una exitosa obra de teatro de él mismo

    Intuitivamente el fundamento psicológico no tiene mucho secreto: el famoso “miedo a salir de noche” (por cierto, otra película que no he visto), se resuelve en un incidente sorprendente y chistoso.

                                                                        (Sigo con el tema en adicionales entradas)

No hay comentarios:

Publicar un comentario