martes, 10 de enero de 2012

IZQUIERDAS Y DERECHAS

( Modificado )

   Estaría bien  poner un punto de sensatez en un panorama político verdaderamente interesante, pero, como siempre en este país nuestro tan propenso al cabreo, demasiado dominado por una beligerancia cainita, de la que no están exentos muchos de los comentaristas y creadores de opinión, tanto los de un signo como los del otro, y a los que acuso globalmente de pasarse la vida echando más leña al fuego.  ...¿al fuego que les calienta?

   Hay todavía demasiada "tribalidad", es decir un sentido de la identidad tribal, en el que el nombre mi tribu significa Humanidad. Los otros son los malos, no tienen derecho a existir, y si se extingen, mejor.    Con la consiguiente distorsión moral. A los “otros” se les machaca por unos hechos, que a los propios se juzga con condescendencia. El fenómeno “uno de los nuestros”. 

   Sería interesante analizar porqué en España estamos tan radicalmente polarizados... que seguro que da para una buena disertación psico-socio-antropológica e histórica. Pero por ahora, desde la filosofía sistémica que aquí se defiende, y frente a esa beligenraica exacerbada,  vamos a conformarnos de momento por mostrar que ambas tendencias políticas son necesarias para el sistema social, y que se complementan.

   Todo Sistema tiende a evolucionar y transformarse. “Si así no fuera, como decía el gran Lem  con su estupendo sentido del humor,  aquí solo habría hierba y viento” [1]

   Y al mismo tiempo todo sistema tiende a conservarse como es. Como a su vez dice el profesor Margalef, con no menos sentido del humor:  “Los sistemas que no se comportan así, disípanse  y nada queda a lo que llamar sistema” [2].

   Es así de fácil.  El sistema social manifiesta, necesita, de ambas tendencias, y ambas son necesarias, y ambas se complementan en la infinitamente compleja dinámica social humana. ¿Tan difícil es entenderlo?

   Claro que no.  En realidad yo creo que casi todo el mundo lo entiende perfectamente, y  que a nivel de calle hay  bastante menos beligerancia de  la que podría suponerse de escuchar a los medios de comunicación. Entonces podemos hacer un giro como en “Ser monárquico” : ¿Hay que suponer que toda esa gente que tanto se exalta son tontos o insensatos?.

   Tampoco…claro que tampoco.  ¿Entonces?... ¡Vamos a mayores!:

 Lo que hay detrás es uno de los fenómenos de la psicología más interesantes y poco comentado de los que tengo noticia. Lo que llamo “el modelo de la rata pringada” al que próximamente dedicaré una entrada, o una página. Se basa en un experimento llevado a cabo por el francés Henry Laborit, que fue divulgado en la película de Alain Resnais “Mi tío de América”.  Basicamente consiste en la situación experimental de la “indefensión aprendida”, ideada por Seligman (de inmenso prestigio acadmémico), que consiste en poner al pobre bicho recibiendo  un castigo que no puede  evitar. Resulta que en esa situación el animalito desarrolla un conjunto de síntomas que se parecen mucho a lo que conocemos como depresión; con deterioro físico incluido. Laborit lo que hizo fue repetir la prueba pero no con una sino con dos ratas…¿sabéis lo que ocurre?...¡es increíble!.. pues que tras un desconcierto inicial, una de las ratas machaca a la otra. … Y esa rata evita el deterioro consiguiente.  Es uno de los modelos clásicos para la agresión. El que la explica en función de la ¨frustración”. Solo que, a mi entender, se le da poco “bombo” a su espectacular respaldo experimental.

   Ahí lo tenemos: para evitar que las desdichas de la vida nos machaquen psicológicamente, lo que hay que hacer es “machacar” a alguien… a quien sea y como sea.  Esa es la mina emocional de la que se nutren todas las demagogias. La necesidad que tenemos todos de que nos sancionen (moralmente) la existencia de unos “malos” que merezcan nuestra rabia y nuestro enfado.

   Y.. bueno, está bien, porque supongo que así se evita que mucha gente acabe hecha polvo. Pero claro, el precio social e histórico es tremendo, porque su potencial desestabilizador es devastador. Porque además sangre llama a la sangre, y cuando a mi me hacen una putada de 10, lo que me apetece es devolver una putada de 30, si puedo al que me la hizo, pero si no, a quien sea. Y además es la fuente de todas las demagogias y todas las manipulaciones... Solo hay que ofrecer a la gente alguien a quien odiar... ¿les suena?

    Ante lo cual, la peña, que globalmente no es tonta, históricamente se va organizando de manera de vehicular ese odio de la forma más inocua posible: los deportes de masas, o el odio al poderoso, ¡tan arraigado!, que ya que lo es, por lo menos que nos sirva para eso. Hasta ahí bien, pero lo malo es cuando el asunto se nos escapa de las manos, y se convierte en automultiplicativo.

 Una primera respuesta fue la del judaísmo, la ley del Talión, a la que miramos despectivamente como una norma vengativa "ojo por ojo". Un excelente teólogo cristiano me señaló el sentido de contención que tenía esa norma, en ese tiempo. No, si ten han hecho una putada de 10, que el castigo sea de 10. Y luego cristianismo fue  la respuesta  moral definitiva  a esa funesta tendencia de la humanidad: "pon la otra mejilla" (véase la página “el corazón del conflicto”, ahí al lado).

    Por lo demás que conste que soy optimista. Creo que la mayoría de la gente, incluso beligerante, lo sabe, y el sutil juego social consiste en manejarse en las situaciones en las que sí se puede “rajar” y en las que no.
Todo esto da mucho de sí. Todo se andará.


[1] Stanislaw Lem: en "Golem XIV"
[2] Ramón Margalef: en “La biosfera. Entre la termodinámica y el juego”

jueves, 5 de enero de 2012

¡Como si todo eso tuviera alguna importancia!

   ¡Como si todo eso tuviera alguna importancia!

   Desolados nos hundimos una y otra vez en la desesperación y la rabia. Porque me va mal en el trabajo; porque prosperan otros con menos méritos; porque mi chica no me quiere, porque no soy, porque no tengo, porque no consigo....

   Una vez leí que los musulmanes creen que a los mendigos se les debe respetar y proteger, porque nos dan la ocasión de hacer una obra buena. Estoy seguro de que hay algo más: Su mera presencia es una bofetada de realidad. Todos los días paso por una esquina donde hay dos o tres. Uno de ellos en un paralítico que se pone siempre con su silla y un perrito que parece muy obediente. Pide con muy buen humor, bromeando con la gente. Al verlo uno piensa, si este tío supiera de los problemas que me agobian, se le partiría la mandíbula de la risa...

   Jodidos porque siempre perdemos todos los partidos, asistimos desolados a la última paliza, que nos afirma como últimos del campeonato. Entonces veo al niño paralítico y pienso, ¿cómo se sentirá él? ¿cómo me sentiría yo?  Pues sentiría que sería maravilloso que un milagro me permitiera correr y jugar al fútbol  con otros muchachos... y que si así fuera, ¡que poco me importaría que fuera para ganar o perder!

   Van a tener razón los budistas: lo que nos hace infelices son las cosas que encadenan. Y me acuerdo de la frase final de Muldoon (aquí al lado, en "el corazón del conflicto") : "la sabiduría crece en tu alma no por lo que adquieres, sino por aquello a lo que renuncias "