Está curioso el debate que se ha montado con la grabación de Irene Montero. Creo que lo que más daño le ha hecho a la ministra, y a su partido, no es lo que ha dicho, sino el como lo ha dicho: "...superfuerte, tía...". Se entiende bien con el Enfoque Sistémico habitual en este blog, y su celebrados Postulados de la Comunicación Humana, uno de los cuales podría formularse: el tono tiene menos información, pero es más relevante que contenido. El que lo ha captado ha sido Herrera, de la COPE, que ha machacado explícitamente sobre el tema, con el supercalifragilistico de Mary Poppins de fondo musical.
¿Porqué? Una cuestión de identidad. Partiendo de un análisis histórico, que prometo desarrollar lo antes posible, la actual élite dominante se basa en la cualificación académica. Esta es la aristocracia actual. La gente no falsifica títulos nobiliarios sino títulos académicos. No estoy en contra de las aristocracias, que me parecen inevitables, y esta no es peor que las anteriores. Por lo menos su acceso es bastante abierto, lo que es muy importante para la estabilidad social, y está basada en el esfuerzo, lo que es una concesión a la anterior aristocracia industrial capitalista, y que es un valor razonable, muy asimilado por la sociedad actual.
El peligro de las aristocracias es que se enamoran de sí mismas, llegando a creer que el mundo funciona gracias a ellas, y a sentir desprecio por los estratos sociales "inferiores": Los tontos-malos que merecen nuestro desprecio. Todo grupo social necesita unos "buenos malos" sobre los que echar su entropía emocional. Uno de esos grupos es, para nuestra aristocracia intelectual, los pijos y niñatos que no tienen estudios, sobre todo si son ricos, y a los que distingue, o parodia, por su forma de hablar. Me imagino que Pablo Iglesias estará subiéndose por las paredes.